El complejo exportador pesquero se encuentra en una gran encrucijada. Por un lado, los mercados internacionales de precios, volúmenes y demanda; y por otro los costos operativos, no solamente de precios sino de disponibilidad de bienes importados y servicios que impide continuar invirtiendo y trabajando.
Veamos, un análisis de los mercados internacionales. Ya a esta altura de los acontecimientos, no estamos del todo convencidos que el problema este ligado a la pos pandemia y fundamentalmente al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. El tema, parece mas profundo de lo que se desee mostrar. Pueden ser estos hechos un parte menor, pero ya a esta altura creemos que el problema es de fondo y de otra índole.
Retrotrayéndonos a la etapa pre pandemia, año 2019, el mundo acentuaba su carácter belicoso pero ya no, como otras etapas de la humanidad, con cañones y bombas, sino inmersos en una guerra económica. Al fin siempre el resultado de todo conflicto bélico tradicional mostraba que quien era capaz de neutralizar el flujo monetario que sostenía el estandarte en las líneas de combate, terminaba triunfando; es decir, que el triunfo estaba ligado a la neutralización del modelo económico que financiaba al aparato bélico de una determinada nación. Hoy, sin disparos, se hace lo mismo.
Hacia fines del primer decenio del dos mil, la guerra se convirtió en comercial. China salió al mundo en busca de proteínas, alimentos y mercados. Primero como comprador y después como vendedor de sus productos, por ende su objetivo fue llegar a los mercados. Las potencias mundiales competían por el liderazgo del comercio y la hegemonía de los mercados de consumo, siendo el bien más preciado, a quienes vender productos elaborados y terminados con valor agregado en origen.
Las disputas se vieron interrumpidas por un problema mayor, el COVID-19, y es eso lo que puso en el freezer los “combates” por ganar el mercado del consumo. Así, tanto Estados Unidos de América como China, dieron un paso al costado para atender causas mas importantes, la salud de su gente y el diseño de protección ante el letal virus.
Hasta Inglaterra, que vio venir esta pulseada, prefirió «independizarse» de Europa para tener mayor autonomía y decisión propia, a través del BREXIT.
Hoy, cuando la pandemia va quedando atrás, da la impresión que afloran otra vez las luchas por el control del mercado de consumo. Europa, con sus problemas en el inicio del invierno y los costos altísimos de la energía con un fuerte impacto en los bolsillos de las familias, y las empresas que vieron como sus gastos se incrementaron por 2.5 veces comparado con años anteriores.
Estados Unidos de América con costos de dos años con parálisis de actividades por el COVID-19 y sus impactos inflacionarios por sobreimpresión de moneda, para paliar los desembolsos de dinero a través de las reservas federales al sector privado como auxilio necesario de la situación pasajera.
Y China, que sin importar su gente, vuelve al ataque direccionando la demanda a sus intereses políticos y estratégicos.
Este escenario, que va más allá del consumo, la demanda y los precios de pescados y mariscos argentinos hacia el mundo, también generan turbulencias en el complejo pesquero argentino.
Pero los problemas internos son mayores que las disputas internacionales, pero todo llevaría a un componente explosivo dentro de la actividad. Los costos argentinos para producir cada día son mas altos, la mano de obra incrementa por IPC, mientras que las exportaciones ajustan por el Tipo de Cambio ridículo que percibe el complejo exportador argentino, y el techo cada vez mas bajo del mercado internacional. Como si fuese poco, las actuales autoridades económicas, con esa idea de controlar una balanza comercial superavitaria que en cambio de potenciar exportaciones, restringe importaciones sin importar el destino de las mismas, las empresas de bienes importados para las actividades productivas agotaron los stocks y elevaron precios a las nubes, porque nadie sabe a que precio reponer y si efectivamente se podrá reponer, y hoy la pesca se encuentra en un modelo sin contención, es decir practicando el trapecismo en las alturas, pero sin red.
Dios libre y guarde a quienes rompan un motor, línea de eje, caja de cambios, cajas reductoras y elementos importados…! A pesar de los intentos del Lic Guillermo Michel, Jefe de la Dirección General de Aduanas, la propia vos del ministro de economía Sergio Massa o cualquier funcionario que repite las bondades de un superávit comercial de octubre, la realidad indica que motor que se rompe, difícilmente consiga repuesto, por ende motor roto equivale a barco parado o a cambio de motor completo. Y así es como se intenta navegar por las aguas turbias de una Argentina que transita, ganar tiempo, más que la gestión a la resolución de los problemas que enfrenta la actividad. Con SIMI o con SIRA, y con charlatanes en la gestión, la actividad prende velas para sostenerse viva.
La industria procesadora, rescinde calidad y costos, por falta de componentes importados, en el mejor de los casos. Día a día la actividad comienza a revertir los números azules pero lo peor es que se pierden mercados que otros ganan. Pasó con el acero de calidad, el trigo y con la ganadería, ¿por qué no pasará con los pescados y mariscos?. Argentina pierde, perdemos todos; gracias a políticas que van contra la generación de trabajo, divisas y riqueza para la Nación.
El viernes, el propio Ministro de Economía Sergio Massa, expuso sobre el restablecimiento del programa exportador (solamente al agro, la pesca parece que no existe); a decir verdad, es falso que el gobierno quiera fomentar exportaciones, en la práctica al exportador pesquero lo vuelven loco tras el peso administrativo y burocrático de las exportaciones, casi inviables. Aduana, SENASA, ARBA, Municipio, BCRA, PNA y AFIP se encargan de entorpecer toda fuerza productiva exportadora y terminar por estropear los mercados que tanto costaron ganar. Cada ente tiene sus razones, nadie lo discute, pero la sumatoria va contra la producción y la actividad pesquera, mal que le pese a algunos.
Antiguamente el pescador llevaba en sus hombros una canasta, hoy solo un ancla.