La mirada sobre la pesca en la región nos lleva a cruzar el Río de la Plata. La República Oriental del Uruguay –con un consumo de pescado por habitante muy similar al de nuestro país- no logra hacer crecer a la industria.
A nivel mundial el consumo de pescado es de unos 20 kilogramos promedio por persona, de los cuales la mitad proviene de la acuicultura. En la Argentina se calcula que hoy el promedio está en 7,2 kilos por habitante, de acuerdo a datos de la consultora Investigaciones Económicas Sectoriales.
El mismo consumo promedio es el que hoy posee Uruguay, que evidentemente prefiere mirar al campo –tanto para consumo como para actividad laboral- lo que está generando que la actividad en la industria pesquera caiga el 49%.
Curioso geografía presenta el vecino país, donde su superficie marítima es mayor que la terrestre, pero sus casi 3,5 millones de habitantes prefieren volcarse más hacia el ganado y el crecimiento de la soja, calculado en un millón de hectáreas.
El Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social de Uruguay, destacó que tanto la carne y los granos son las banderas de la economía local, frente a los cuales el mar y la industria pesquera en particular han perdido en investigación, desarrollo y productividad, donde se marca la caída en la producción de un 49 % en los últimos diez años.
Un país que le dio la espalada al mar, con embarcaciones con gran cantidad de años en el agua y con escaso mantenimiento, marcan hoy como en la última década apenas trabajan 1.600 personas, algunas de las cuales tienen un hilo conductor con nuestro país, ya que se comparten algunos recursos pesqueros, los cuales son administrados a través de la Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo, con un doble comando en las decisiones.
El informe del Centro de Estudios remarca que “la flota pesquera uruguaya pasó de tener 124 barcos hace dos décadas a 54 en la actualidad. Estas embarcaciones tienen una antigüedad promedio superior a los 35 años, cuando los recomendable es renovarla cada 20. El envejecimiento es un problema que solo se agravará con el tiempo. Es necesaria una mayor inversión en la flota privada, dice la investigación, pero también revisar las regulaciones ineficaces que dificultan la productividad”.
De la misma manera apunta a los conflictos y las huelgas gremiales –que totalizaron 45 días el año pasado- como otro de los factores que han perjudicado el normal desenvolvimiento de la pesca.
Juan Riva-Zucchelli es el presidente de la Cámara de Industrias Pesqueras de Uruguay y es quien está reclamando la modificación del sistema de permisos de pesca vigente, que solo habilita la captura de una especie por embarcación, comentando: “Es una estructura limitativa que podría mejorar si los barcos contaran con una licencia multipropósito”.
Ocurre que hoy en día existen barcos de mayor porte habilitados para pescar merluza, los de menor calado que tienen licencia para la corvina y la pescadilla, mientras que otras embarcaciones –hoy casi inexistentes- capturan especies diferentes, como el atún o el pulpo, señalan desde el otro lado del río descubierto por Juan Díaz de Solís (o Américo Vespucio según que libro se lea).
La pesca industrial uruguaya se ha concentrado en capturar toneladas de merluza, corvina y pescadilla, que se exportan en un 90% (un porcentaje cercano al argentino).
El 2005 fue un año descollante: superaron las 110.000 toneladas de pescado. Sin embargo, esa cifra retrocedió hasta situarse en las 40.000 toneladas de promedio anual.
El mismo informe indica que entre 2011 y 2021 hubo una caída del 49% de la producción, por dificultades laborales y aspectos regulatorios.
Riva-Zucchelli comentó además que “los sindicatos han tenido una actitud combativa y no han entendido que estamos en el mismo barco”, en referencia a que la flota uruguaya navegó en promedio 190 días en lugar de los aconsejables 300 al menos por año.
“Los barcos se hicieron para estar en la mar, para estar pescando y no varados en los muelles. Es un sector conflictivo porque las situaciones son complejas. Hay que tender a un modelo participativo para que el sector pesquero, los investigadores y la administración trabajen en conjunto”, afirmó añadiendo que la pesca “es un sistema natural, son recursos vivos y hay que entenderlos muy bien para poder manejarlos”.
El citado informe aborda otro aspecto que refiere a la escasa investigación de los recursos marítimos y su potencial aprovechamiento, recordando Riva-Zucchelli también que Uruguay cuenta con un buque científico, el “Aldebarán”, pero hace más de dos años está averiado y no hay visos de que eso vaya a cambiar pronto.
“En la práctica, los observadores uruguayos salen en barcos argentinos, que dan la información necesaria para establecer las cantidades de capturas permitidas en la zona común de pesca, que comparten Argentina y Uruguay”, sostuvo el empresario.
Lo estudiado por el CERES asegura que, respetando los límites del ecosistema, la industria pesquera uruguaya podría aumentar un 123% su volumen de pesca para la exportación.
Esto tendría un impacto de 200 millones dólares cada año y derivaría en la creación de más de 2.000 puestos de trabajo. No obstante, advierte del riesgo de perder competitividad frente a otros países con una industria más desarrollada. Recomienda en ese sentido renovar la flota, expandir y diversificar la producción a otras especies, así como estimular el consumo interno.
Es probable que ese sea el desafío más importante al que se enfrente la industria pesquera del Uruguay, conseguir que los uruguayos lleven el pescado a su mesa.
Los habitantes de la república oriental comen en promedio 94 kilogramos de carne al año (sobre todo vacuna) y tan solo 7 kilogramos de pescado en promedio anual.