Días atrás, entre parroquianos, armadores y algunos capitanes, ya en el descanso anticipado de fin de año, presenciamos una polémica.
Armadores históricos manifestaban cierta disconformidad en la perdida de oficios en la pesca. Red de cerco, tramallo, línea, rastra y tantos otros; mientras algún joven capitán defendía la postura, aseverando que desde la Escuela Nacional de Pesca forman tripulantes, maquinistas y personal de puente para lo que hoy demanda el mercado.
Por otro lado, conversando con representantes de cámaras pesqueras de Mar del Plata, en su presencia dentro de la comisión de seguimiento de especies pelágicas, brindado por biólogos y personal de ciencia del INIDEP, el Licenciado Claudio Buratti, destacaba la importante disponibilidad de especies pelágicas (caballa y anchoíta) que lamentablemente no son capturadas por la flota.
Es decir, las especies están disponibles en estado óptimo para pescarlas, pero la flota “mira” lo que la rentabilidad ordena.
Mercados
En el fondo creemos, que la materia gris de los empresarios del sector pesquero, para sobrevivir y llevar adelante la sustentabilidad de sus empresas, han evolucionado rápidamente a las necesidades del mercado.
Por ende, si el mercado no demanda, incursionar en formas de oficios cuya modalidad apuntan a una determinada especie que no tiene demanda, es presionar una venta a un comprador que no pide. Y eso, en el mercado de la oferta y la demanda, genera un desequilibrio que impacta de lleno con un ajuste en el precio o con una costosa campaña compulsiva de venta, para presionar, lo que el comprador no está dispuesto a comprar.
Ningún empresario irá a buscar una especie que no pueda vender.!
Y la verdad, que el modelo termina presentando un desvío, en función de lo que el comprador pide. Con la llegada de la globalización, quien manda en el mundo, es quien tiene la venta del producto asegurada, por ende, si las especies, -por hábitos, usos y costumbres, modas, o cambios en el comportamiento nutricional- no presentan demandas, el ajuste tarde o temprano llega al pesquero; y con Él se van perdiendo oficios.
Otros mercados
En la antigüedad, no hace muchos años, era muy común ver en las descargas del muelle de la banquina chica, hoy casi histórica, cajones con cangrejos, erizos, congrios, caracoles varios, mejillones, calamarettis, pulpitos, anchoa de banco, palometas, papamosca, entre otras especies. Por no contar bonito y albacora (aleta amarilla)
Hoy, las descargas de esas especies, casi son incidentales, o la mayoría tienden a cero.
¿Qué pasó, no hay tripulantes que sepan oficios varios para capturar esas especies? ¿esas especies, desaparecieron? o como lo manifestamos ut supra, el mercado de la demanda cambio sustancialmente.
Años posteriores a la década del ’60 y ’70, en época de la “temporada de anchoíta”, las estaciones de servicios, no quedaban con una sola lata de aceite vacía “supermovil” o la vieja lata cuadrada de aceite de Shell…. Todos los pescadores, y no eran pocos, hacían sus propias latas de anchoítas saladas en el fondo de su casa, y con los desperdicios, hasta la quinta se abonaba, espantando hasta las hormigas… y engordando la tierra.
Los fines de semana era muy común en el barrio puerto las anchoítas a la parrilla (“a’rrestuda” decían en una mezcla de dialectos del sur de Italia). Hoy todo ese mercado no existe más, y con él, lo que desaparecieron no son los oficios, ni las voluntades a bordo por parte de las tripulaciones, sino, la demanda y por sobre todo la rentabilidad.
Lo mas visible, fueron las quintas, así como hoy, son contados con la mano las familias que hacen una quinta familiar, ya nadie tiene esos hábitos nutricionales, ni en el mercado interno ni en el externo. Para el hombre postmoderno, la tierra queda muy lejos de la mano, y además, goza de algo menos de voluntad que de tiempo.
El mercado manda, pero la rentabilidad ordena
Hoy quien manda en los oficios es la demanda, hábitos y costumbres que cambiaron de tener una acelga fresca en el fondo de casa; a llegar a su casa después de un día de trabajo, abrir el freezer, sacar un empaquetado de acelga, ya limpio, enjuagado y semi procesado, y en 15 minutos tenerlo en un plato. Del mismo modo, la pesca siente ese cambio y cada día más veloz y profundo, las empresas pesqueras futuras serán empresas alimenticias. Ninguna familia hoy, compra un pescado con cabeza y vísceras, hoy el mundo voló a la comodidad, si es posible, precocido y semi elaborado listo para cocinar o servir.
¿Qué ama de casa, sabe hacer un filete de un pescado entero? ¿O cual de ellas tiene tiempo para hacerlo?
Hoy, pensar en cocinar un caracol, hervirlo, cortarlo y agregar sal, pimienta, aceite, ajo y perejil, lleva mucho tiempo, trabajo y dedicación. ¿hay caracoles en el mar argentino? Sobran…! ¿los tripulantes no saben pescarlo? Por supuesto que sí, y si hubiese mercado y rentabilidad, aprenderían incluso en caso de no saberlo.
Lo mismo sucede con el resto de las especies.
El mar argentino goza de salud, y de una inmensurable cantidad de especies que no son capturadas, pero no por falta de conocimiento en tantos oficios “perdidos”, sino por dos razones, mercado y rentabilidad.
La rentabilidad es el vector que impulsa a las empresas a pescar. A mayor rentabilidad mayor esfuerzo pesquero.
Ud. parroquiano, ponga una buena rentabilidad para el empresario pesquero y procesador, que lo demás, aparece solo, incluso, los oficios.
Por Gustavo Seira