El cambio climático está reconfigurando el panorama de la pesca mundial, impulsando a muchas especies marinas a desplazarse hacia las zonas más frías del planeta. Este fenómeno no solo afecta la biodiversidad, sino que pone en peligro el sustento de millones de personas que dependen de la pesca como fuente principal de alimento y empleo.
Un reciente estudio publicado en Nature Climate Change proyecta cómo las flotas pesqueras de 82 países y 13 tipos de artes de pesca podrían adaptarse para seguir a los peces en su migración hacia los polos. Los cambios en las temperaturas oceánicas y las corrientes marinas están alterando la distribución de numerosas especies marinas, que buscan aguas más frías para sobrevivir y reproducirse.
Según las proyecciones, se espera que el potencial de pesca en los trópicos se reduzca hasta en un 40 % para finales de este siglo, mientras que las regiones polares podrían experimentar un aumento de hasta un 70 %. Este fenómeno, conocido como la «tropicalización de los océanos templados«, implica que especies típicamente tropicales están comenzando a poblar aguas más frías, mientras que otras buscan refugio en áreas previamente cubiertas por hielo.
Un claro ejemplo es el atún rojo del Atlántico (Thunnus thynnus), que históricamente ha habitado aguas templadas y frías. En los últimos años, se ha observado una expansión hacia el norte, llegando al mar de Barents, en el océano Ártico, y a las costas del norte de Noruega, debido al aumento de las temperaturas oceánicas. Además, el coral de arrecife (Acropora spp.), tradicionalmente limitado a aguas tropicales, también se está desplazando hacia latitudes más altas, alterando la biodiversidad local.
Este fenómeno presenta desafíos tanto para las especies marinas como para las pesquerías, ya que se deben adaptar a la nueva distribución de los recursos marinos. Sin embargo, los países con grandes flotas industriales, como China, Japón y Corea del Sur, tienen más capacidad de adaptación gracias a sus embarcaciones especializadas en aguas profundas. Estos países podrían beneficiarse de los nuevos ecosistemas que surgen en las zonas polares. En cambio, muchos países tropicales, que dependen de la pesca artesanal y costera, se enfrentan a un panorama más desafiante, ya que no pueden acceder fácilmente a estas nuevas zonas de pesca, lo que incrementa su vulnerabilidad social y económica.
El cambio climático también está abriendo nuevas oportunidades para la pesca industrial en el Ártico debido al deshielo. Sin embargo, los ecosistemas polares son frágiles, y la llegada de flotas industriales podría alterar su equilibrio, poniendo en peligro a las especies locales. Técnicas de pesca destructivas, como el arrastre de fondo, podrían tener efectos devastadores en estos hábitats, lo que subraya la necesidad de políticas que limiten el uso de estas prácticas en las nuevas áreas de pesca.
Para mitigar estos impactos, la sostenibilidad debe ser una prioridad. La creación de zonas protegidas en los océanos, que hoy cubren solo el 4 % de su extensión, es fundamental para preservar la biodiversidad y limitar los efectos de la pesca industrial. Estas soluciones requieren colaboración internacional y políticas basadas en la ciencia para garantizar un acceso equitativo a los recursos oceánicos.
Además, el Acuerdo de París y otras iniciativas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero son esenciales para frenar el cambio climático y reducir la intensidad de estos cambios en los océanos. A medida que las temperaturas globales se estabilizan, la distribución de especies podría cambiar de manera menos drástica, lo que facilitaría la adaptación de las comunidades pesqueras a largo plazo.
El desplazamiento de las flotas pesqueras hacia los polos y la pérdida de recursos en los trópicos reflejan cómo el cambio climático está transformando nuestros océanos. Estos cambios amenazan la seguridad alimentaria, el empleo y la estabilidad económica de millones de personas.
El cambio climático plantea importantes repercusiones para las pesquerías y las comunidades que dependen de ellas. Aunque existe abundante conocimiento sobre los efectos biofísicos del cambio climático en ecosistemas acuáticos, hay una limitada comprensión de cómo estos impactos se transmiten a través de contextos socioeconómicos específicos. Los factores humanos, como el suministro, la demanda, la tecnología y la gestión de recursos colectivos, se proyectan como tan relevantes como los impactos ecológicos directos en la configuración futura de las pesquerías.
La vulnerabilidad de las pesquerías al cambio climático está determinada no solo por la magnitud del cambio, sino también por la susceptibilidad de los sistemas y su capacidad de adaptación. Esta capacidad depende de diversos factores, como los activos disponibles, y puede estar limitada por barreras culturales o marginación. Las pesquerías juegan un rol crítico en los medios de vida, especialmente en comunidades vulnerables, lo que subraya la necesidad de abordar la vulnerabilidad con un enfoque integral.
El cambio climático ya afecta a los ecosistemas marinos y de aguas continentales, con implicaciones directas para la pesca debido a la emisión de gases de efecto invernadero durante la captura y el transporte. Si bien esta contribución es moderada, mejoras tecnológicas y de gestión podrían mitigarla. Además, las emisiones acumuladas garantizan impactos inevitables, lo que refuerza la necesidad de medidas de adaptación específicas.
La política pública desempeña un papel central en la adaptación al cambio climático. Las estrategias incluyen la identificación de comunidades vulnerables, la evaluación de medidas gubernamentales y la promoción de métodos de adaptación sostenibles que reduzcan la vulnerabilidad sin generar nuevas dependencias. Asimismo, la integración de políticas entre sectores relacionados, como la agricultura y la planificación costera, es esencial para enfrentar las complejas interacciones entre el cambio climático y las pesquerías.
La gobernanza pesquera enfrenta desafíos significativos. Los enfoques centralizados y rígidos son inadecuados en un contexto de creciente incertidumbre climática. En cambio, sistemas de cogestión adaptativa, que incorporen el conocimiento de los usuarios y promuevan el aprendizaje continuo, ofrecen soluciones más efectivas. Estos sistemas permiten a las comunidades pesqueras responder con flexibilidad a los cambios mientras se preservan los recursos a largo plazo.
El cambio climático también interactúa con factores socioeconómicos, como la globalización, que influyen en las pesquerías. Esto aumenta la incertidumbre, ya que el contexto futuro será diferente del actual. Por tanto, la pesca debe integrarse con otros sectores, como la agricultura, para gestionar adecuadamente las repercusiones del clima en los sistemas interconectados.
Finalmente, la marginación y pobreza de las pesquerías a pequeña escala limitan su capacidad de adaptación, destacando la importancia de sistemas de gobernanza inclusivos. El diseño de políticas deliberativas, equitativas y flexibles será crucial para asegurar que las pesquerías y las comunidades puedan enfrentar los retos del cambio climático de manera sostenible.
Para garantizar un futuro en el que la pesca siga siendo una fuente de vida, es fundamental que la ciencia y la política pesquera trabajen juntas para crear soluciones sostenibles y proteger los ecosistemas marinos.
Fuente: Cruz, L., Pennino, M. & Lopes, P. «Fisheries track the future redistribution of marine species.» Nature Climate Change, 14, 1093–1100 (2024).