En una madrugada fría y oscura, la lancha Proa Al Sol II partió del muelle del Club de Motonáutica con tres hombres a bordo. Martín Parodi, el timonel, y los marineros Iván Kohen y Nicolás Banza se aventuraron en busca de chernia, una pesca tanto por placer como con fines comerciales, debido a la demanda de prestigiosos restaurantes que consumen pescado fresco de anzuelo comercializándolos en el mismo muelle de forma irregular; en un punto ubicado a unas 30 millas náuticas de la costa de Mar del Plata. Sin embargo, este viaje resultaría ser su última travesía juntos.
Banza, el único sobreviviente, relató ante la Justicia cómo una serie de fallas y malas decisiones desencadenaron la tragedia. El destino parecía sellado desde el principio: la lancha, de 6,90 metros y 200 caballos de fuerza, no estaba preparada para una carga de casi media tonelada de pescado, excediendo su capacidad máxima de 300 kilos. Pero el verdadero enemigo acechaba en las entrañas de la embarcación: una bomba de achique defectuosa, la cual ya había causado problemas en ocasiones anteriores, no fue reemplazada ni reparada.
La jornada de pesca transcurrió sin incidentes, pero al atardecer, con la necesidad de regresar antes de las 21 horas, la tragedia comenzó a tomar forma. La lancha, sobrecargada y vulnerable, empezó a mostrar signos de un inminente desastre. A las 19 horas, una anomalía en el desagote del casco reveló la presencia de agua en la bodega. Parodi, en un intento desesperado por solucionar el problema, logró reactivar la bomba de achique temporalmente. Sin embargo, a las 21.45, la situación se tornó crítica: una manguera se había desprendido, permitiendo que el agua inundara el habitáculo.
En medio del caos, Parodi activó el sistema de alerta y pidió auxilio, pero la lancha ya se encontraba condenada. Mientras buscaba desesperadamente los chalecos salvavidas, Parodi desapareció en el interior de la cabina, sin volver a ser visto. Kohen y Banza, sin chalecos y enfrentándose al frío del mar, se encontraron flotando en la oscuridad.
Banza, atrapado en un mameluco de pesca que amenazaba con arrastrarlo al fondo del mar, logró aferrarse a la proa de la lancha. Su desesperación y fuerza de voluntad lo mantuvieron a flote hasta ser avistado por un barco liberiano y posteriormente rescatado por la Prefectura Naval Argentina en un operativo extraordinario. Kohen, por otro lado, se perdió en la inmensidad del océano.
El helicóptero de la PNA trasladó a Banza a tierra firme, donde fue ingresado de urgencia al Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA) pasadas las 02:00 hs del día domingo. Milagrosamente, su estado de salud permitió darle el alta al día siguiente, momento en que expresó su gratitud y sentimiento de renacimiento tras sobrevivir a la tragedia.
La investigación, encabezada por el fiscal Dr. Santiago Eyherabide, busca ahora desentrañar todas las aristas de este naufragio. Mientras la PNA y la Armada continúan la búsqueda de Kohen y Parodi, se investiga la posible conexión con actividades de pesca comercial ilegal, pudiendo relacionar estas prácticas con las efectuadas en la pesca artesanal ilegal de Santa Clara, Miramar y principalmente la Bahía de Samborombón.
La justicia no descarta la intervención de otros organismos como la AFIP para esclarecer posibles negocios turbios en el mundo de la pesca artesanal ilegal.
El hundimiento de la Proa al Sol II no solo deja una estela de dolor y preguntas sin respuestas, -que iremos ilustrando en futuras notas-, sino también un recordatorio de las implacables fuerzas de la naturaleza y las tragedias que pueden desencadenar la sucesión de fallas humanas, como en otros eventos desafortunados en los que hubo pérdidas humanas en el mar.