Marineros y familias del sector pesquero se movilizarán el próximo martes 1° de julio a las 18:30 horas en Puerto Madryn, en una marcha de antorchas que partirá desde la sede local del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU), ubicada en Domecq García 545. La consigna que encabezará la protesta será: “En defensa del trabajo, del convenio colectivo y del salario”.
La convocatoria surge en un contexto de profunda tensión en la actividad pesquera, donde los trabajadores denuncian la existencia de un “lockout patronal” por parte de las cámaras empresarias, «algo muy alejado de la realidad» según voces del sector empresario. Según los marineros autoconvocados, se trata de una paralización deliberada de la flota con el objetivo de forzar una reducción del 30% en los salarios de los tripulantes. Sin embargo desde el sector de cámaras han reflejado que el sueldo real de bolsillo de la marinería no representa ese guarismo informado.
La marcha busca visibilizar la situación de los trabajadores, que acusan a las empresas de utilizar la inactividad como una herramienta de presión para modificar a la baja las condiciones laborales establecidas en los convenios colectivos. Desde el SOMU y otros espacios gremiales aseguran que no aceptarán retrocesos en materia de derechos ni recortes que afecten el sustento de las familias del sector.
En ese marco, la movilización del martes se presenta como una expresión de resistencia local, pero también como parte de un reclamo más amplio que ya se ha hecho sentir en distintos puntos del país. Los marineros de Puerto Madryn, acompañados por sus familias, volverán a marchar para dejar en claro que no están dispuestos a ceder frente a presiones empresarias que, según denuncian, buscan imponer condiciones por fuera del diálogo y la negociación colectiva.
La protesta proyecta una intensidad ineludible, no solo por su poderosa carga simbólica —una marcha de antorchas en el umbral del anochecer—, sino por el profundo y sostenido malestar que atraviesa al sector pesquero, donde la incertidumbre ya no es coyuntura, sino rutina. Lejos de apagarse, ese descontento sigue alimentando la voluntad de lucha, mientras se teje un diálogo tenso entre gremios y cámaras en busca de un acuerdo que devuelva algo de previsibilidad a una actividad al borde de la parálisis total. Sin embargo, desde las bases de la marinería emerge un escepticismo creciente hacia la representación sindical, cuya eficacia y legitimidad comienzan a ser puestas en duda. Paradójicamente, esta desconfianza podría precipitar —más por resignación que por convicción— un entendimiento en las próximas semanas.
Pero hay un hecho aún más determinante: el negocio, hoy, sencillamente no está. La rentabilidad de las empresas ha caído a niveles que tornan inviable toda la operación, y en ese marco, persiste una realidad incómoda pero ineludible: cuanto más se pesca, más se pierde. Así, en pleno ejercicio de sus derechos, los armadores podrían optar —y con razón— por mantener sus buques amarrados, entendiendo que la actividad, tal como está planteada, resulta insostenible. Frente a este panorama, el ajuste ya no es una elección sino una necesidad estructural, que deberá ser asumida con realismo y equidad por todos los actores del sector, sin márgenes para privilegios ni excepciones.