La llegada de la primavera vuelve a poner a la anchoíta bonaerense (Engraulis anchoita) en el centro de la escena marítima de Mar del Plata. Recurso emblemático y testigo de una época dorada de la pesca argentina, la especie recupera, aunque tímidamente, protagonismo en los muelles de la ciudad portuaria, con descargas que superan las mil toneladas y precios sostenidos que varían según la calidad y el tamaño de las capturas.
Durante décadas, la pesquería de anchoíta fue uno de los pilares de la economía marplatense; una fuente inagotable de trabajo y divisas que dio sustento a un complejo industrial con más de cuarenta y cinco saladeros activos. Sin embargo, el paso del tiempo, la competencia internacional y la pérdida de mercados externos sumieron a este eslabón en un proceso de deterioro progresivo, marcado por cierres de plantas, menor rentabilidad y una creciente dependencia de la coyuntura internacional. Aquello que alguna vez fue símbolo de abundancia y organización productiva, hoy sobrevive entre la estacionalidad del recurso y las limitaciones del mercado.
Lo cierto es que, al igual que en años anteriores, el recurso se mostró esquivo durante los primeros días de septiembre en el stock bonaerense. Recién en los últimos 15 días, una parte de la flota —tras varios intentos infructuosos de búsqueda— logró concentrarse sobre un cardumen localizado al noreste de Mar del Plata. Barcos como el Rocío del Mar, Júpiter II, Padre Pío, Marbella, Raffaela, Canal de Beagle y Ciudad Feliz, entre otros, protagonizaron jornadas de intensa actividad que devolvieron al puerto imágenes de otro tiempo.
Según un armador que supervisó la descarga más reciente, consultado por este medio, nos dijo, “el pescado se mezcló; hoy trajimos anchoíta bien trabajada, pero entre 38 y 44 piezas por kilo. Apenas apareció el viento, el pescado se lavó, ya no era lo mismo que a fines de septiembre, cuando descubrimos esta concentración”. En las mejores jornadas, los ejemplares alcanzaron tallas de entre 30 y 34 piezas por kilo, un indicador de calidad muy valorado por los compradores.

Tras el temporal de la semana pasada, el recurso volvió a dispersarse. Los buques que actualmente operan al sur de Monte Hermoso buscan nuevos focos de concentración entre el norte del paralelo 41° Sur y el Este de Villa Gesell, aunque los resultados, por ahora, no son alentadores. La flota continúa operando con esfuerzo en un contexto donde la demanda internacional sigue deprimida y los saladeros locales intentan sostener su actividad con materia prima variable en calidad y tamaño.
Aun así, el repunte reciente de descargas permitió que plantas como Catesur, Pranas, Santa María, Delicias, Natusur y Mar Picado incrementaran su ritmo de trabajo. Algunas mantienen personal permanente bajo convenio, mientras que la mayoría apela a cooperativas y trabajadores eventuales para cubrir los picos de producción. Este esquema, aunque precario, representa un alivio para cientos de familias vinculadas a la industria pesquera marplatense.
En cuanto a los precios, el mercado se mantiene estable, con valores promedio de $1.000 por kilo —dependiendo de la talla y la frescura—, alcanzando en algunos casos los $1.300, una mejora notable respecto a los $800 registrados en la temporada anterior.
Así, entre la incertidumbre climática, la falta de demanda externa y la persistencia de un sector que se niega a desaparecer, la anchoíta bonaerense sigue siendo un emblema de resistencia. Un recurso que, pese a los vaivenes del mercado y la desidia histórica de las políticas, conserva el aroma de las viejas faenas y el eco de los muelles repletos.