Toda ciudad es el reflejo de los anhelos de sus habitantes, pero también de las decisiones de aquellos que la gobiernan y de quienes ejercen influencia en sus sectores neurálgicos. El destino de una comunidad entera puede ser sellado por la errónea administración de sus recursos y la falta de visión a largo plazo. Tal es el caso de Puerto Deseado, urbe patagónica que atraviesa una crisis sin precedentes.
El esplendor soñado por sus fundadores yace hoy diluido por la fatalidad de la falta de administración, innovacion, criterio y capacidad de negociación para que todos los sectores puedan converger en la armonía necesaria para un funcionamiento eficiente. En el epicentro de este colapso se encuentra su puerto, otrora emblema del progreso regional, hoy relegado a un estado de abandono y decadencia. Dotado de un potencial incomparable, la terminal portuaria pudo haber sido un modelo de desarrollo y eficiencia, pero sucumbió ante decisiones desacertadas y conflictos sin resolución.
Las disputas sectoriales y mezquinas terminaron con el negocio del sector portuario. Lamentable.
Pilar económico de la provincia de Santa Cruz y nexo esencial para la industria pesquera, el puerto de Puerto Deseado se ha transformado en un territorio estéril, carente de dinamismo y perspectivas. La paralización de su actividad ha afectado el tejido productivo de la localidad, cuya economía gira en torno a la vitalidad de su terminal portuaria.
Las causas del desmoronamiento son múltiples, pero convergen en una raíz común: la pérdida de categoría y la drástica retracción del movimiento portuario. Esta caída es atribuida a la confluencia de factores políticos, empresariales y sindicales que persistieron por años. Sin embargo, el alto grado de conflictividad gremial de los últimos años se destaca como el principal responsable de la inoperancia de la terminal. Han ahuyentado al capital, hoy las falsas promesas solo son pasajeras y expresiones de deseos. Es imperioso trazar un camino creíble y de trabajo por quienes deben ser parte de la cadena productiva. Hay que volver al trabajo con derechos claros y justos, pero con obligaciones y responsabilidad.
Las veredas opuestas deben converger en buscar un crecimiento y desarrollo que genere bienestar para empresas y trabajadores. El único camino es ese, el bien común sostenido entre partes con el mismo objetivo; brindar servicio las 24 horas sin ser una incógnita a la hora de descargar y armar un pesquero de cualquier naturaleza.
Las reiteradas medidas de fuerza impulsadas por los sindicatos han provocado la retirada de empresas y la deslocalización de proyectos productivos desde hace muchos años, no es una exclusividad de un partido o un modelo político, sino una gestión transversal de los recursos humanos en la logística de sus muelles. Se estima que alrededor de dos decenas de embarcaciones han abandonado el puerto, la mayoría a raíz de disputas laborales que se prolongaron sin alcanzar acuerdos sostenibles.
La ausencia de una estrategia sindical con miras al futuro ha derivado en un escenario de exclusión del capital y en una merma sustancial de la capacidad negociadora de los representantes gremiales, cuyas acciones han sido severamente sancionadas. La premisa debe ser hacer la torta mas grande para poder tener una mayor tajada, y no pretender administrar los destinos de quien corta la torta.
Otro factor que profundiza la crisis es la presunta connivencia de ciertos sectores gremiales con la intención de instaurar un esquema de cartelización, favoreciendo a determinadas empresas en detrimento del interés general. Esta estrategia restrictiva ha impedido el aprovechamiento integral del puerto, limitando su capacidad operativa y marginando oportunidades de inversión. Una verdadera lastima, porque el negocio en los puertos esta vigente, solo que hay que encontrar el equilibrio para que las inversiones se acerquen buscando un entorno que garantice compromiso, previsibilidad y responsabilidad de cada uno de los actores. Puerto Deseado es un puerto estratégico que debe volver a recuperar su hegemonía liderando los destinos de la Patagonia sur.
Desde hace un tiempo, el puerto se encuentra sumido en el caos, y los indicadores de actividad evidencian un desplome alarmante de la producción. Esta crisis es el resultado de una creciente conflictividad de gran intensidad, cuya escalada ha fracturado de manera irremediable la relación entre los dirigentes gremiales y el sector empresarial. Lo que alguna vez fue un espacio de cooperación estratégica se ha convertido en un escenario de desencuentros y errores compartidos, sellando un destino de incertidumbre y declive.
El complejo presente del puerto sumó un nuevo episodio, meses atrás, con la paralización impuesta por el Sindicato Único de Estibadores Portuarios Patagónicos (SUEPP), que, en pleno proceso de conciliación obligatoria, impidió la descarga del buque portacontenedores Varamo.
Esta embarcación, operada por la compañía global Maersk, representa uno de los últimos bastiones de actividad en la terminal portuaria. Sin embargo, ante la reiteración de conflictos gremiales, la empresa, como otras a lo largo de los últimos años, ha manifestado su intención de abandonar la ciudad, sumándose así a una larga lista de firmas que han optado por replegar sus operaciones.
La crisis no es un fenómeno aislado. Otras compañías de gran envergadura han enfrentado situaciones similares, generando pérdidas millonarias tanto para el puerto como para la economía local. Cada conflicto irresuelto profundiza la decadencia de un enclave estratégico cuya recuperación demanda, con urgencia, liderazgo, sensatez y una visión de futuro que anteponga el bienestar común a los intereses sectoriales.
Lo que alguna vez fue un faro de desarrollo para Santa Cruz y la Patagonia se ha convertido en un símbolo de frustración. La decadencia del puerto de Puerto Deseado no solo ha despojado a la ciudad de su dinamismo económico, sino que ha sepultado las esperanzas de una comunidad que aspiraba a un porvenir próspero. La reconstrucción de este enclave estratégico demanda liderazgo, visión y, por sobre todo, la capacidad de anteponer el bien común a los intereses sectoriales y partidarios.