En las calles de Puerto Madryn, la luz de las antorchas encendidas por los marineros junto a sus familias no sólo alumbró el anochecer del martes. Iluminó, también, la hondura de una crisis que desborda lo económico y que, desde hace meses, ha dejado al descubierto el lado más sombrío de un conflicto que amenaza con desgarrar el tejido social de esta ciudad costera. Lo que algunos definen como “parálisis coyuntural”, los trabajadores lo nombran con la crudeza de un lock-out patronal orquestado para doblegar voluntades y recortar derechos, aunque no han comprendido al momento que todos los participantes de la cadena pesquera langostinera están en quebranto operativo. Desde la industria primaria extractiva con un valor de langostino a 1.7-1.8 dólar por kilo, procesadores que aún no han podido pagar el total de la zafra en aguas bajo jurisdicción de la provincia de Chubut y exportadores, que cuanto mas exportan mas terminan perdiendo por un marco internacional que aplastó precios por debajos de los costos argentinos. No hay mercado, no hay demanda, no hay rentabilidad, todo es protesta y desorden. A ciencia cierta nadie conoce con idoneidad cual es la verdadera solución al problema.
Desde el 19 de septiembre de 2024 —cuando concluyó la temporada del langostino— más de 110 embarcaciones permanecen amarradas, inmóviles frente al Atlántico, mientras sus tripulantes sobreviven en tierra firme con la incertidumbre como único horizonte. Las empresas pesqueras, según denuncian los trabajadores, habrían paralizado deliberadamente la actividad para imponer una reducción del 30% en las remuneraciones, particularmente en los premios por producción, el corazón del salario de los marineros, aunque a decir verdad, este guarismo no es el impacto al bolsillo del trabajador.
“No estamos ante una crisis económica; estamos ante una decisión política del capital”, sostuvo con voz serena pero firme el marinero Juan Rodríguez en diálogo con Radio 3. “Han dejado a cientos de familias sin ingreso alguno desde hace casi diez meses. Esto no es una negociación. Es una extorsión.”
La escena del martes por la noche fue elocuente: una marcha de antorchas que serpenteó por las arterias de Madryn, encabezada por los propios marineros y sus familias, acompañados por vecinos, comerciantes, jubilados y trabajadores de otros gremios. La consigna fue clara y contundente: “En defensa del trabajo, del convenio colectivo y del salario”. El grito que resonó una y otra vez —“Si esto no es la pesca, ¿la pesca dónde está?”— no fue sólo un canto de protesta, sino un acto de resistencia cultural frente al vaciamiento de un modo de vida.
Entre la intransigencia y el abandono
Mientras los capitanes han accedido a acuerdos salariales con recortes, los marineros, representados por el SOMU junto al Centro de Patrones y el SiCONARA, se mantienen en una negativa categórica. No se trata de testarudez, sino de un límite ético: no convalidar el retroceso de conquistas históricas que, durante años, costaron sudor y mar.
El intendente Gustavo Sastre, uno de los pocos referentes institucionales que ha mantenido una posición clara, advirtió: “Las cámaras empresarias deben revisar su intransigencia. Los marineros no están exigiendo aumentos; están pidiendo que se respete lo pactado, que se les pague lo que ya les pertenece”; es evidente una retórica con sesgo político que no desea intervenir en la ecuación económica de fondo, como casi sin entender que el problema no es la gente sino un negocio que en toda la cadena solo genera quebrantos, cheques incobrables y demoras en la cadena de pagos.
Y aunque desde el ámbito local se insiste en la necesidad de destrabar el conflicto, lo cierto es que la intervención nacional ha sido, hasta ahora, débil y difusa. Sastre lo resumió con una advertencia sin eufemismos: “Si no hay acuerdo entre las partes, alguien tiene que intervenir. La Secretaría de Trabajo de la Nación debe tomar el toro por las astas.”
Sin entender que lo que está sucediendo en la actividad pesquera es un común denominador con otras industrias exportadoras; tomándose al sector pesquero como leading case para otras actividades, donde el problema ya no es la secretaría de trabajo, sino desde economía como se financia la ANSES y de donde salen los fondos para equilibrar un deficit operativo de un sector. Desde el vértice del gobierno esto iría por una vía muy contraria a su idiosincracia.
Las consecuencias son dramáticas: además del impacto directo sobre los trabajadores embarcados, la parálisis ya representa incluso un fuerte deterioro en las exportaciones pesqueras, según estimaciones oficiales. Pero hay cifras que no se cuantifican en divisas: son las de los chicos que dejaron de comer carne, las de los hogares que piden leña al municipio, las de los sueños y proyectos que se extinguen en silencio.
Una ciudad que lucha por no naufragar
Puerto Madryn es, desde hace décadas, uno de los epicentros de la industria pesquera nacional langostinera por excelencia. Su identidad está entrelazada con el langostino natural y salvaje y el dinamismo de una cadena productiva que involucra a miles de trabajadores. Sin embargo, la inacción prolongada y el desbalance en las relaciones laborales amenazan con sumir a la ciudad en una crisis estructural de final incierto. Es realmente muy difícil comprender que toda la actividad hoy, no tiene rentabilidad, y ese es el núcleo del problema. Nadie pretende moverse sin perder.
La marcha de las antorchas no fue una postal pintoresca, ni un gesto de folclore sindical. Fue un grito de alarma, una expresión civilizada del hastío y la desesperación, una advertencia de que la paciencia social tiene un límite. En cada cartel escrito a mano, en cada cántico improvisado, vibró la convicción de que la dignidad no se negocia al 70% de su valor.
Y mientras tanto, el mar sigue allí. Inmenso, impasible, esperando. Como si también él se negara a ser cómplice del silencio de quienes —desde el poder económico o el sillón político— eligen pensar que este es un problema entre privados, y que ellos deben encontrar la solución, aun cuando las condiciones macroeconómicas e impositivas no lo permiten.