Es sabido, y lo hemos reflejado desde esta Editorial en reiteradas ocasiones, que las playas alejadas, casi inaccesibles de la costa de Chubut son verdaderos depósitos de cajones, desperdicios, elementos de madera, nylon y pedazos de redes, que además de ocasionar un daño ambiental irreparable, interfieren en el natural desarrollo de otras especies de flora y fauna, agregando un panorama sombrío al paraíso de la Patagonia.
Es evidente que involucrar al sector pesquero es de poco vuelo. Ningún tripulante alienta la posibilidad de arrojar desperdicios al mar. De hecho esas antiguas prácticas y conductas, también son mal vistas por propios compañeros de trabajo, que desde hace décadas se corrige alcanzando el cuidado que todo ciudadano tiene para vivir en un planeta más limpio y ordenado.
El tema es mucho más profundo. Cuando conservacionista y medioambientalistas involucran «la pesca«, no termina de ser un certero dardo que impacta en la actividad toda, ofendiendo a quienes desde hace muchos años llevan a un cuidado del medio con mayor dedicación que hace 40 años atrás.
Hace unos pocos días desde la propia Dirección de Coordinación Pesquera dependiente de la Dirección Nacional de Control y Fiscalización Pesquera, se promulgó una disposición para marcar artes de pesca, que no es más que un esfuerzo hacia un mar más limpio, desde la autoridad hasta el tripulante, todos en la cadena de valor.
Los tripulantes, que muchas veces tambien se los incrimina por llevar a bordo sustancias indeseadas y/o prohibidas, no son mas que un brazo de la propia sociedad.
Es decir, que no se pretenda sobre un barco, contar con una población distinta a la que está permanentemente bombardeada la sociedad continental toda. Pues es parte de la misma población de individuos, y así como algún abuelo, arroja un papel al piso y es reprimido por su nieto -seguramente- en el mar ocurre lo mismo. Los hábitos y costumbres han cambiado. Siempre el verdadero pescador cuidó al mar, porque fue su ámbito, su forma de vida y el respeto hacia el prójimo.
Las viejas prácticas fueron quedando atrás y son superadas por quienes producto de una nueva generación con valores y culturas amigables con el medio ambiente evitan este tipo de prácticas cada día peor vistas.
Ahora bien, el mar no es la oficina, como algunos desean ilustrar, hay componentes meteorológicos como vientos que agitan con violencia al mar y barren la cubierta donde las amarras sobre aparejos, desperdicios o cajones no siempre son efectivas. Es decir, no existe ningún tripulante, o mejor dicho, no existe ningún ciudadano que arroje per se cajones al mar, por el solo hecho de hacer daño; pero es muy frecuente escuchar que «la pesca ensucia los océanos«, nada más ofensivo hacia quienes, -producto de buenas prácticas, propia evolución y necesidad de contar con un medio limpio y sano para que las especies marinas puedan seguir viviendo siendo fuente de sus ingresos-, trabajan en buques pesqueros. Nadie desde el sector pesquero pretende acabar con un medio que sustenta la materia prima que genera su bienestar, la flora y su fauna.
De hecho tanto en la Subsecretaría de Pesca, como en otros entes, incluso provinciales, en Chubut, el propio Secretario de Medio Ambiente de Rawson, Miguel Larrauldi, se expresó, en FM El Chubut 90.1 y reconoció que » es impresionante lo que el mar está despidiendo de los desechos de la pesca «.
No son desechos de la pesca..!, tomados como descartes arrojados al mar, sino parte de eventos indeseados cuando un buque atraviesa un temporal con la desgracia que algun cajon pueda ser barrido al mar. Además, se mencionó que » mucha gente hace langostinos y desecha en baldíos y los restos generan malos olores «, evidentemente haciendo referencia a descartes de cascará de langostino arrojada sobre la vía pública. Esto no es problema de un sector, sino de una sociedad que, hoy arrojó cáscara de langostino, pero que asiduamente arroja otros descartes de la vida culinaria.
No hay plantas de procesamiento regular habilitada que provoque esa irregularidad en la vía pública. La pesca generadora de trabajo y el procesamiento de los productos de origen marino, busca en la perfección de su accionar ser amigable con el medio ambiente en su máxima expresión, por supuesto, hay deslices como en toda actividad, que en principio son los menos y segundo no es en forma sistemática de un sector que trabaja, invierte y genera valor agregado a los productos de la industria primaria extractiva con calidad de exportación.
Diferimos con algunas apreciaciones de Larrauldi, cuando dice que » es un problema que ya lleva años sin resolverse; que esto se ha profundizado, evidentemente, por el aumento del nivel de actividad del puerto» y que » Tenemos un puerto que genera muchos recursos económicos, pero también nos genera un impacto ambiental negativo. Es un problema a resolver «.
Los puertos no generan impacto ambiental, sino las malas prácticas de ciudadanos que se comportan de la misma manera que en pleno centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, arrojando desperdicios. Eso es un problema de cultura, educación y formación; no del sector pesquero o marítimo de un puerto.
El funcionario agregó que también tienen problemas con « los camiones que transportan el pescado y que algunos abren sus canillas y desechan el líquido del pescado en las avenidas «, igual que los camiones que recolectan residuos, o los mismos que desperdician y arrojan sobre la vía pública maíz, trigo u otros cereales en las rutas, pero la diferencia es que tienen mejor prensa.
La pesca necesita reivindicar sus plenos atributos como generadora de trabajo y divisas. Sí, hay quienes ensucian la toda la actividad por el comportamiento de unos pocos. Habrá que tomar medidas, para demostrarles todo lo contrario.