Se cumplen treinta años del regreso al puerto de Vigo del buque pesquero Estai (hoy Argos Galicia), uno de los protagonistas de la denominada Guerra del Fletán, un conflicto pesquero de gran trascendencia entre España y Canadá. Este enfrentamiento tuvo como eje central la disputa sobre los derechos de pesca en los grandes bancos de pesca en aguas internacionales, situados frente a las costas de Terranova y Labrador, fuera de la Zona Económica Exclusiva canadiense. El fletán, una especie de apariencia similar al lenguado pero que puede alcanzar hasta 2 metros de longitud, es una especie muy codiciada en toda Europa.
El 9 de marzo de 1995, tras una persecución prolongada, el pesquero español fue alcanzado por un disparo de advertencia lanzado por el patrullero canadiense CCGS Cape Rogers. Mientras tanto, el CCGS Sir Wilfred Grenfell utilizaba cañones de agua a presión para disuadir a otras embarcaciones españolas que intentaban acudir en su auxilio. Finalmente, el Estai fue abordado y apresado en aguas internacionales, y sus 26 tripulantes fueron detenidos y trasladados al puerto de St. John, en Terranova, donde enfrentaron un hostil recibimiento. Además, las 200 toneladas de pescado que transportaba fueron confiscadas con su multa pertinente.
El Gobierno canadiense justificó sus acciones bajo la acusación de que los pesqueros españoles estaban empleando redes con un tamaño de malla inferior al permitido para la captura del fletán negro. Brian Tobin, ministro de Pesca y Océanos, reforzó esta postura al exhibir en una rueda de prensa en Nueva York, frente a la sede de la ONU, redes que calificó de ilegales y que, según afirmó, habían sido arrojadas al mar por la tripulación del Estai al iniciarse la persecución. Tobin basó su argumentación en la ley canadiense promulgada ese mismo año, que ampliaba la potestad de Canadá para intervenir fuera de sus aguas territoriales con el pretexto de la conservación pesquera.
Frente a esta acción, la Unión Europea advirtió con la posibilidad de un boicot a los productos canadienses si no se liberaba de inmediato a los tripulantes. Por su parte, el Gobierno español denunció la ilegalidad de la intervención armada y el secuestro de una embarcación en aguas internacionales. Sin embargo, los intentos de llevar el caso ante la Corte Internacional de Justicia resultaron infructuosos. Finalmente, tras seis días de tensión diplomática, las autoridades canadienses pusieron en libertad a la tripulación, previo pago de una fianza de 50 millones de pesetas. El 23 de marzo de 1995, el Estai retornó a Vigo, donde fue recibido por una multitud.
Lejos de amainar, la escalada de hostilidades por parte de Canadá continuó. El 26 de marzo, los pesqueros españoles Verdel (actualmente pescando en el caladero argentino y operando desde Mar del Plata para la empresa Iberconsa Argentina), y Mayi IV fueron atacados con cañones de agua a presión, y en las semanas siguientes se registraron nuevos intentos de agresión contra los buques Ana Gandón y el José Antonio Nores (buques que hoy operan fuera de la milla 200 linderas a la plataforma argentina). Mientras en 1993 la flota española capturaba aproximadamente 40.000 toneladas de fletán, hoy esta cifra se ha reducido a 4.000 toneladas, mientras que Canadá, que inicialmente mostraba poco interés en esta pesquería, ahora captura alrededor de 10.000 toneladas anuales.
El conflicto generó una crisis diplomática entre España, la Unión Europea y Canadá. El 14 de abril, el Gobierno canadiense anunció que continuaría deteniendo pesqueros españoles y recurriría al uso de la fuerza si fuese necesario. Finalmente, tras arduas negociaciones, la Unión Europea y España aceptaron las condiciones impuestas por el Gobierno de Ottawa, lo que llevó a una desescalada del conflicto. No obstante, la Armada española mantuvo su presencia en la zona con buques de apoyo y protección para la flota pesquera, incluyendo el Vigía, Serviola, Centinela, Mahón y Atalaya.
En julio de 2005, un tribunal canadiense desestimó la demanda de 800.000 dólares presentada por la armadora Pereira e Hijos y el capitán del Estai, Enrique Dávila González, aunque concedió una indemnización de 112.000 dólares más intereses, por considerar que cubría los costes derivados del apresamiento del pesquero, la pérdida de jornadas de pesca y gastos adicionales en combustible y lubricantes.
En una sentencia de 137 páginas, el juez Frederik E. Gibson concluyó que el Gobierno canadiense, a través del Ministerio de Pesca y sus agentes, tenía derecho legal para arrestar al Estai y a su capitán en aguas internacionales. Esta decisión se basó en la reforma de 1994 a la Ley de Protección de Pesca Costera de Canadá, que identificaba explícitamente a barcos españoles y portugueses como objetivos de sus restricciones. Además, el tribunal rechazó la alegación del capitán Dávila González sobre el uso excesivo de la fuerza y la intimidación durante el abordaje, señalando que el pesquero había mostrado resistencia al arresto.
A treinta años de aquellos acontecimientos, la Guerra del Fletán sigue siendo un factor que ha desencadenado un conflicto por los derechos de captura de especies de origen marino en mares linderos a las zonas económicas exclusivas de países ribereños en la defensa de los derechos de la flota pesquera española en aguas internacionales.
Los recursos naturales como factores gatillo de conflictos: la «guerra del fletán» y sus implicaciones geoestratégicas
En un paralelismo de lo que sucede afuera de la ZEEA, la competencia global por los recursos naturales ha sido, a lo largo de la historia, un factor desencadenante de conflictos de diversa intensidad. La escasez de ciertos recursos o la dificultad de su explotación los dota de un valor estratégico que, en muchas ocasiones, trasciende lo meramente económico para situarse en el ámbito de la geopolítica y la polemología (gatillo de una situación como desencadenante de un conflicto bélico). La guerra del fletán, que enfrentó a España y Canadá en 1995, es un claro ejemplo de cómo la disputa por un recurso puede derivar en un enfrentamiento internacional con amplias repercusiones.
El verdadero conflicto fue una pugna de intereses, donde en la segunda mitad del siglo XX, la reordenación de los mares del mundo y el agotamiento de caladeros condujeron a diversas naciones a adoptar estrategias agresivas para monopolizar sus recursos marítimos, algo que aun hoy persiste en aguas linderas al exterior de la ZEEA. En este contexto, el fletán, un pez de alto valor comercial para las economías de España y Canadá, se convirtió en el centro de una disputa que encubría intereses más amplios.
Canadá, en su afán por consolidar su soberanía económica y proteger sus intereses más allá de su Zona Económica Exclusiva (ZEE), adoptó una estrategia proactiva que combinaba diplomacia, legislación y acción directa en alta mar. Por su parte, España, cuya flota pesquera dependía en gran medida de estos caladeros, se vió sorprendida por la firmeza canadiense y reaccionó de manera improvisada, sin una política de Estado claramente definida. España aun hoy, continua en ese tipo de practicas; por cuanto la escasez de recursos pesqueros en aguas extremadamente protegidas como consecuencia del impacto sobre las decisiones de Luxemburgo y sus costos operativos, gatilló la necesidad de encontrar caladeros donde lograr la operatividad que sus flotas logren capturas para sostener la actividad y abastecer una demanda que hasta hace algunos años era superadora. Así operan en FAO-41 aguas afuera de la ZEEA.
La importancia de la disuasión en la estrategia internacional
Uno de los aspectos más destacados de este conflicto fue la ausencia de una disuasión creíble por parte de España y la Unión Europea (UE). Mientras potencias como Rusia o Japón habrían respondido con una postura firme, la negativa española a emplear buques militares de gran tonelaje y la falta de una posición unificada de la UE permitieron que Canadá empleara la «diplomacia de las cañoneras» para expulsar a los barcos europeos de la zona.
Sin embargo, la cautela canadiense ante posibles represalias europeas sugiere que una postura más contundente por parte de la UE podría haber evitado la escalada del conflicto. La posibilidad de sanciones comerciales o de una respuesta naval coordinada habría modificado la actitud de Canadá en las fases iniciales de la disputa, impulsando una resolución negociada y previniendo enfrentamientos en el mar que, de no haberse moderado la postura española y europea en el último momento, podrían haber resultado en pérdidas humanas.
La política de Estado: factor clave en la proyección internacional
El caso canadiense demuestra el valor de una política de Estado planificada y sostenida en el tiempo. A lo largo de varias legislaturas, Canadá construyó un discurso ecologista y protector de su ZEE, logrando el respaldo de la opinión pública nacional e incluso de sectores independentistas como el Bloque Quebequés. En paralelo, su gobierno ajustó el marco legislativo para justificar sus acciones y neutralizó posibles respuestas adversas en organismos internacionales como la NAFO, la UE o la ONU.
Por el contrario, la respuesta española careció de una estrategia clara. La denuncia de la agresión al buque Estai en foros internacionales tuvo un impacto limitado, y la presión unilateral contra Canadá, como la suspensión de la exención de visados, resultó ineficaz. Además, la falta de cohesión en la UE y el cambio de gobierno en España en 1996 debilitaron aún más su posición en la disputa.
La necesidad de alianzas flexibles y de intereses claros
La guerra del fletán puso de manifiesto los límites de la confianza absoluta en organismos supranacionales. La cesión de competencias pesqueras de España a la UE dejó al país en una posición vulnerable ante la fragmentación de intereses dentro del bloque comunitario. A su vez, la neutralidad de la ONU y la indiferencia de la OTAN evidenciaron que las alianzas internacionales responden a intereses coyunturales y no a lealtades perpetuas.
Aunque el conflicto no escaló a un enfrentamiento armado, dejó secuelas en las relaciones bilaterales y en las comunidades pesqueras de ambos países. España perdió un recurso clave para su flota del Atlántico Norte, y Canadá presenció el colapso de la pesquería del fletán pocos años después. Sin embargo, con el tiempo, ambos países han fortalecido su cooperación en ámbitos de interés común, reduciendo la probabilidad de un nuevo conflicto similar.
La guerra del fletán recuerda que, en el tablero geopolítico, el pragmatismo y la capacidad de adaptación son esenciales para la defensa de los intereses nacionales. Las naciones deben estar preparadas no solo para reaccionar ante los desafíos, sino para anticiparlos con una estrategia sólida y una diplomacia efectiva que les permita garantizar su soberanía sin recurrir a la confrontación. Cuán distante está Argentina de estos acontecimientos y posturas, rifando como país ribereño los recursos de origen marino, que por escape rebalsan del caladero argentino, siendo aprovechados por países tan alejados como España, Portugal, Rusia, China, Corea del Sur, Taiwán, entre otros.