Es necesario atravesar diversas puertas antes de llegar a la oficina central de la empresa. Como cada tarde, Antonio Solimeno, ocupa allí su silla rodeado por papeles, pantallas y algunas fotografías que remiten al origen familiar del grupo.
El espacio mezcla cierto aire de nostalgia con la modernidad que impone el nuevo mobiliario. Todo luce impecable; sin embargo, el anfitrión se excusa: “Todavía estamos ordenando cosas”, dice e invita a conversar sobre el presente de la industria pesquera y sus proyectos particulares.
– Estamos transitando ya la última parte del año. ¿Qué balance hacés de este 2019?
– Ha sido un año bastante tranquilo. Los mercados están moderados. Se vende lo que se va produciendo; todo está muy competitivo, sobre todo en Europa, Brasil y Estados Unidos, mercados importantes para nuestro filete de merluza. Después, en los países de Medio Oriente han surgido algunas barreras pararancelarias y parasanitarias. Eso también complica.
– Cuando hablas de competencia, ¿te referís a especies de cultivo?
– Puede ser en parte. Aunque no con la agresividad de unos años atrás por el tema de aditivos, el panga sigue existiendo. Tiene su porción de mercado. El consumo ha disminuido un poco; es decir, hay una sumatoria de cosas. En el segundo semestre lo que se empezó a notar fue el impacto de esta guerra comercial entre Estados Unidos y China.
– ¿Cómo influye esa tensión internacional en el sector?
– En la competencia y los aranceles que van poniendo. En el caso nuestro, acá pagamos derechos de exportación. Eso aproximadamente representa un 6 por ciento; más entre un 12 y un 15 por ciento que pagamos para ingresar a Europa, tanto sea el filet de merluza como el langostino. Hay un contingente de unas 20 mil toneladas de merluza que entra con un arancel más bajo, pero se agota rápido.
– En ese sentido, el acuerdo Mercosur-Unión Europea se presenta como una oportunidad…
– Sí, se hicieron acuerdos globales; pero ahora tiene que venir la letra chica. Hay resistencia en algunos países. Yo veo una situación difícil con Francia y Holanda. Por otro lado, los problemas sociales que tiene Europa también influyen. En algunas ciudades, por ejemplo, han cerrado supermercados, sobre todo en Francia. Donde se frenan las compras, también se caen los precios.
– Distinta es la situación del calamar, con mayor demanda. ¿Cómo proyectás la temporada 2020?
– Por la escasez que hay en general de cefalópodos, el calamar es hoy un producto estrella. En los países que pescan a contra estación nuestra hay poco. Nuestra preocupación está porque la experiencia nos dice que cuando el calamar falla en distintos caladeros del mundo, como Estados Unidos, Japón, Nueva Zelanda y Sudáfrica, también falla acá. Habrá que ver cuál es la respuesta del recurso durante nuestra temporada. No veo que vayamos a tener una muy diferente a la que tuvimos en 2019. En diciembre, vamos a tener un parámetro a partir de las capturas de la flota arrastrera.
– En este marco, ¿cuáles son los desafíos que enfrenta particularmente tu empresa?
– Vamos haciendo mejoras continúas tanto en la industria de tierra como en la flota. Debemos ser una de las empresas, digamos de cierto nivel, que más mercado interno hace. Hoy estamos haciendo entre un 15 y 20 por ciento (de la producción) de mercado interno con productos elaborados.
– ¿Llegas con el producto a góndola o lo hacés por medio de distribuidores?
– Llegamos a góndola, pero generalmente nos manejamos con distribuidores; la comercialización la hacemos a través de ellos. El tema de los supermercados es algo bastante complejo, más para los productos congelados, por la logística. Las distancias son largas, pero esta cadena que hacemos con los mayoristas nos permite llegar a distintos puntos del país con todos productos congelados a bordo. Tenemos materia como para darle seguridad al cliente. En la Argentina es complejo, pero tenemos la posibilidad de hacer un programa de trabajo a tres o seis meses. Después, los mercados de exportación, como dijimos en un principio, están moderados.
– ¿Qué mirada tenés sobre el proceso abierto para renovar la flota?
– Nosotros hicimos un trabajo con el “Ponte de Rande”, con el “Rasmus Effersoe”, que también ya está trabajando, y tenemos un proyecto de construcción de un barco nuevo en astilleros nacionales, un barco sobre los 40 metros de eslora. Estamos hablando con astilleros locales para ver si lo podemos hacer acá. Es una tarea bastante ardua porque este tipo de embarcaciones en Argentina hace años que no se construyen y es bastante complejo. Aunque nosotros tengamos los ingenieros y el know-how para llevar adelante este proyecto, también necesitamos que los astilleros tengan una buena infraestructura.
– Sobre todo en este segmento de flota…
– Tenemos que mirar también que hay mucho material que se debe importar. No sabemos con las nuevas medidas cómo van a ser las importaciones. Hay que pensar que hoy en un barco de esta envergadura entre un 30 y un 40 por ciento son productos importados: lo que es toda la propulsión completa; los equipos frigoríficos, con un componente nacional, pero otro importado; los equipos electrónicos y los guinches, que no es un tema menor.
– Ahora es un dato a subrayar que quieras apostar y hacerlo en la Argentina. ¿Estamos hablando de un buque congelador para langostino?
– No, nosotros el proyecto que tenemos aprobado es para un barco arrastero de 40 metros que tiene que ser fresquero (reemplazará al «Polargorg II»). El proyecto está en esa base. Estamos en conversaciones con astilleros locales para ver dónde lo podemos hacer.
– ¿Qué opinión tenés sobre el DNU 145/19 que estableció los lineamientos?
– Se habló mucho; pero veo que cuando se empiezan a hacer las cosas el tema financiero no está resuelto. Hay que ver si está el dinero y a qué tasa. Hoy no se sabe nada. Habrá que esperar que se acomode el nuevo Gobierno y ver cómo se resuelve y qué pautas hay. Hay que ver también con las nuevas medidas aduaneras qué va a pasar con la importación de los insumos que te decía antes.
– En el caso del nuevo barco que mencionaste, ¿a cuánto asciende la inversión?
– Entre nueve y diez millones de dólares. Por eso digo que el DNU es muy lindo, pero hay que ver quién va a financiar. Uno puede hacer un barco; pero ¿cómo renueva diez?
– ¿No te parece que dio un plazo razonable para ir avanzando en ese proceso y que, además, se contempla la posibilidad de importar?
– Ya sea en la compra del nacional o del importado, hay que resolver el tema financiero, que es importante. Todos estos proyectos son de mediano y largo plazo. Hay que renovar los barcos, ya sea aggiornando o con nuevas construcciones; pero es un tema complejo. Hay que ver también qué políticas se van a aplicar cuando se quiera pasar un permiso de un barco a otro. Durante un tiempo hay gente que prefirió reformar el barco casi en su totalidad para no perder capacidad de pesca. Por eso pienso que tiene que haber reglas de juego claras.
– Te llevo a otro tema. ¿Te preocupa el discurso instalado en torno a las Áreas Marinas Protegidas (AMP)?
– Me preocupa y mucho el tema. Cada vez tenemos menos espacios para pescar. Del Mar Argentino debemos tener ya el cincuenta por ciento vedado. Veinte años llevamos de la veda (se refiere a la Zona de Veda Permanente de Merluza) que además se fue agrandando con el tiempo. Después tenemos áreas restringidas en la Zona Común de Pesca, en el paralelo 41°, la veda de “El Rincón”, los golfos cerrados y las Áreas Marinas Protegidas en Banco Burdwood y Yaganes. Si hablamos de proyectos a mediano y largo plazo, yo como empresario necesito tener previsibilidad y saber dónde voy a poder trabajar. La sustentabilidad también tiene que ser económica y considerar la cantidad de gente que trabaja en esta industria. A mí me parece que con las dos AMP que tomaron, que tengo entendido que abarcan unos 120 mil kilómetros cuadrados, más todas las zonas ya vedadas es suficiente.