En el umbral de una nueva marea de langostino en aguas nacionales, un sismo político-laboral sacude los principales puertos patagónicos. Las empresas pesqueras, decididas a no ceder ante lo que denominan una «intransigencia sindical«, han comenzado a ofrecer contratos individuales a tripulaciones enteras bajo un esquema del 70% no remunerativo y 30% remunerativo, y con una eventual disminución en el valor de referencia del langostino por fuera del convenio colectivo que rige bajo el ala del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) y el Sindicato Marítimo de Pescadores (SIMAPE)
La jugada, tan audaz como polémica, marca un punto de inflexión en la histórica relación entre la industria pesquera y los gremios. Con la Subárea 12 del caladero nacional habilitada y la temporada de langostino en desarrollo, las empresas no están dispuestas a dejar pasar la temporada sin agotar hasta el último recurso por encuadrar una situacion cuasi desmadrada y de tránsito impreciso desde los comienzos de enero, cuando informaron unilateral y arbitrariamente vía medios de difusión, una baja del 30% en el valor de referencia del langostino entero congelado a bordo.
Hoy, ya con mucha agua debajo del puente, en Puerto Deseado y Puerto Madryn, ya se han alistado embarcaciones y convocado tripulaciones con la vista puesta en zarpar este 23 de julio. En este marco, el Grupo Conarpesa ha tomado la delantera: sus buques congeladores BP Conarpesa I y BP Antonio Álvarez ya amarraron en Madryn, listos para embarcar sus dotaciones y con inspectores a bordo.
Sin embargo, el clima en los muelles no es sólo de alistamiento. La tensión flota en el aire como una niebla densa. Las diferencias internas dentro del universo de los trabajadores marítimos comienzan a aflorar: algunas tripulaciones desean trabajar, aún fuera del convenio sindical, mientras otras mantienen su lealtad al SOMU/SIMAPE hoy, más unidos que nunca bajo la premisa «No a la baja», rechazando cualquier acuerdo que no esté respaldado por las centrales gremiales.
Esta fractura, que se extiende desde las cubiertas hasta los despachos gremiales, ha obligado a Gendarmería Nacional y Prefectura Naval Argentina a reforzar su presencia en las rutas y accesos a los puertos, a fin de prevenir posibles enfrentamientos entre grupos de trabajadores enfrentados ideológicamente con posturas antagónicas. La consigna es una sola: garantizar la paz social en un contexto de creciente tensión e improvisación generalizado por parte de los representantes de la flota tangonera congeladora.
En paralelo, en Mar del Plata, la actividad es más contenida, aunque no menos significativa y preocupante. Los gremios SOMU y SIMAPE unidos oficiaran una reunion informativa en las mismas puertas de la TC2 para media mañana de hoy. Buques tangoneros ya alistados oportunamente aguardan operaciones de víveres y combustible en un ambiente de relativa calma aparente. La ausencia de protestas visibles no significa que la situación esté resuelta: la población marinera observa, expectante, un conflicto que podría extenderse en la medida que se acerca el 23 de julio, fecha que estarían dispuestos a zarpar con destino pesca de langostino.
La raíz del conflicto no es nueva, pero ha cobrado renovada fuerza: la falta de definiciones y certezas en los haberes que debe percibir la marinería, el reclamo de los armadores por esquemas de mayor flexibilidad y productividad, y la defensa gremial de los convenios históricos chocan en un mar cada vez más agitado que va al choque la semana próxima.
En otro sentido, hay que destacar la unidad del sector empresario en el reclamo, hasta aquí han llegado unidos y no es poco. Y solo eso, ya representa una victoria en sí misma. Contra todos los pronósticos, contra la indiferencia y, en muchos casos, contra una resistencia feroz. Les dijeron que no podrían, que no resistirían el embate. Y sin embargo, los une la bandera de la ecuacion económica que no cierra.
Han tenido que sortear obstáculos de todo tipo: presiones sindicales, declaraciones políticas, operaciones mediáticas diseñadas para desmoralizar, dividir, quebrar. Pero nada de eso es casual: cuanto más cerca se está de un verdadero cambio, más se intensifican las fuerzas que se oponen a él.
La desinformación es hoy un arma. Se infiltra la desinformación y se alimenta el temor, se siembran dudas. Pero el objetivo real no es solo desestabilizar: es dañar a quienes, con dignidad y decisión, han elegido salir a trabajar, pero por fuera del tránsito que rigen los gremios. Y lo más doloroso es que muchos de quienes alimentan esas versiones no logran ver a quiénes terminan perjudicando.
Ahora llega el momento decisivo poner en marcha los barcos. Ese será el primer paso concreto hacia una nueva etapa. Luego, vendrá lo que sigue: evaluar con claridad qué camino conviene elegir. Donde con criterio, adultez e idoneidad empresas y gremios sienten las bases para diseñar un modelo laboral equilibrado y con la potencia de insertarse en el modelo mundial y nacional del nuevo paradigma económico. De hecho tantos parches terminaron confundiendo un CCT con «Frankenstein», y a la vista, los pésimos resultados.
Lo fundamental, en esta hora clave, es no fragmentarse. Porque que está en juego es el modelo de conducción del sector. Es la posibilidad real de que los trabajadores del mar asuman un rol más protagónico en el destino de la industria. Durante décadas, las empresas han sido cogestionadas, de hecho, con los gremios. Tal vez haya llegado el momento de repensar ese equilibrio y avanzar hacia un esquema más justo, más participativo, más representativo de quienes verdaderamente hacen posible que esta actividad vuelva al dinamismo y eficiencia que la caracteriza.
La oportunidad está a la vista. Y es histórica. Basta con no soltar el timón en plena tempestad.
En juego está el modelo de relaciones laborales del sector marítimo argentino; hoy, y hacia adelante aun mediando resultados satisfactorios, las partes quedan resentidas y con sentimientos contrapuestos en un ámbito que no favorece el delicado equilibrio que necesita la actividad. La posibilidad de que se impongan acuerdos individuales en desmedro de convenios colectivos podría marcar un precedente de largo alcance. Las próximas jornadas serán decisivas: de su desenlace dependerá no sólo el éxito de la zafra, sino el equilibrio entre los derechos laborales y la sustentabilidad económica de una de las industrias más dinámicas del país.