Con más de 35 años de trayectoria la empresa DPAustral continúa en pleno crecimiento y atendiendo la demanda constante de un mercado que aprecia sus productos.
La optimización en la industria pesquera hace que día a día se sumen nuevos desafíos traccionados por consumidores cada vez más exigentes, sobre todo en los cambios de los hábitos alimenticios bajo la premisa: “el hombre no creó los alimentos, pero los perfecciona”.
Carlos Beltrán es el responsable de la empresa tanto en la ciudad de Mar del Plata como en una amplia zona.
“En el tema de los aditivos alimenticios -y no solo en el pescado, sino en el cárnico, en lo que sea- hay una falsa premisa, donde está de moda lo orgánico. Está muy bien lo orgánico, pero cuando vos tenés un proceso industrial, ya no vale más eso”, sentencia en el comienzo de una interesante charla.
Detallando sobre los aditivos en general y los que utiliza la empresa que representa, destaca que “los aditivos no son venenosos, en absoluto, de ninguna industria, porque todos están aprobados por SENASA. De esa manera se beneficia al producto y se protege al consumidor. Siempre ejemplificamos con algo muy hogareño: la mayonesa. Si yo hago una mayonesa casera es muy rica y puede hasta tener más saber que una industrializada. ¿Pero cuantos días la puedo tener en una heladera si no tiene conservantes?”
“Con los aditivos pasa lo mismo. Nosotros como seres humanos utilizamos aditivos y conservantes desde que comenzamos a comer animales. La sal, las especias, el fuego. Todos esos son aditivos, ocurre que los tenemos tan incorporados a la vida diaria que por ejemplo la sal y la pimienta no los tenemos incorporados como aditivos, pero lo son”.
“Hoy en día con las herramientas que tenemos, con la investigación, la nanotecnología, etc. hizo que se cambiara muchísimo. Lo que nos garantiza un aditivo es que no vas a tener problemas justamente”.
Detallando sobre los productos que utiliza la empresa no solo en la Argentina sino en distintos países, Beltrán detalla que “los aditivos que nosotros usamos, en la parte organoléptica, no modifica nada del producto, es más realza el sabor”.
“Hace muchos años empezamos a desarrollar un producto para la merluza que se utilizó fuertemente durante la pandemia, donde los costos de los fletes se habían elevado considerablemente, sobre todo en la ‘línea’ que tenía que mandar merluza a Buenos Aires. Se enviaba martes y jueves. Este producto, además de hidratar entre un 15% y un 20% la merluza, la beneficia en varios aspectos. No solo en el arrastre sino en el color también. Hicimos una prueba cuasi casera te diría pero con rigor científico. Tomamos gatos para que se alimenten con merluza fileteada y tratada y otra fileteada pero sin tratar: el resultado fue que los animales se dirigían directamente al producto tratado”, nos detalla Beltrán.
La razón por la cual los animales se dirigieron al producto que recibió el tratamiento tiene una respuesta muy clara “el producto que se le agrega potencia las virtudes organolépticas naturales de la merluza o de cualquier otro producto. Quiero decir que no es aditivo dañino, es un aditivo que beneficia. Lo que tenemos es un tema cultural. Todavía está la mentalidad de agregar sal a los productos, y es una falacia, porque la sal tiene capacidad de hidratación, pero no de retención. De esa manera, en el caso puntual de la merluza por ejemplo, lo único que se logra es tener un pescado más salado, porque hace ‘drip’. Lo que se necesita es un producto que beneficie, que baje la carga bacteriana. La merluza viene con una carga bacteriana muy alta. Eso en primer lugar. En segundo término evitar la oxidación por líquido. La grasa oxida, da el sabor amargo. Dicho de otra manera, ese pescado que en una pescadería de Buenos Aires puede durar tres días sin aditivo, con el agregado puede durar hasta ocho tranquilamente. ¿Cambia? Claro que cambia, sobre todo en costos”.
“Tenemos productos como el calamar que no tiene más solución que utilizar aditivos, porque si no lo tenés que tiernizar al tubo. Para dimensionar, un blanqueador de nuestra competencia utiliza unos 30 litros por tonelada, con el nuestro se usan 10. ¿Es más caro? Sí, pero se utiliza la tercera parte, por lo tanto es más barato y con mejores cualidades”, detalla el representante de DPAustral sobre otro de los destacados productos.
Trabajan con dos productos para tiernizar el calamar. Uno para el mercado interno y otro para el exterior de acuerdo a la demanda del mercado europeo sobre todo, donde no se permiten productos carbonatados, pero con una igual efectividad.
“Tenemos por ejemplo una las mejores empresas pesqueras de Mar del Plata que hace cuatro años que usa nuestros productos. Primero se hicieron decenas de pruebas, hasta que estuvo seguro el propietario de acuerdo a todos los informes que iba recibiendo. Hoy no se mueven de lo que les vende DPAustral. Estamos hablando de un número 1 de verdad que exporta grandes cantidades. Esa es una nuestras mejores cartas de presentación”, se enorgullece.
La cultura de la alimentación sana ya es una constante mundial, y en ocasiones la falta de información en los rotulados no le permite al consumidor, adquirir realmente lo que no les dañe la salud y mantenga las condiciones naturales de los productos. El mencionar la palabra “aditivo” más la falta de información, puede hacer que el consumidor se aleje de algo que realmente no causa ningún problema en la salud humana.
Sentenciando a través de sus conocimientos, Beltrán pone de manifiesto que “no podés hacer ningún proceso industrial de alimentos, si no lo beneficias con un aditivo, porque está poniendo en riesgo la salud del consumidor. ¿Cómo me pueden garantizar que un producto, al cual no se le pone nada, en un mes no tenga bacterias, no tenga salmonela, no tenga coli?”
“A nadie se le ocurre hacer una papa frita industrial, sin que tenga un aditivo, un antioxidante. Nosotros copiamos mucho de Japón, que es el país más avanzados en aditivos. Desarrollamos muchos productos en base a materias primas importadas, que no son agresivas, que es todo natural, donde no hay una química agresiva. Lo que utilizamos nosotros nos ha llevado muchos años de desarrollo. Hasta que el producto de DPA sale de la fase de laboratorio, a la fase prueba y a la escala industrial, son años de investigación e inversión. Utilizamos por ejemplo el laboratorio del INTI y de la Universidad de Lanús. Eso tiene un costo, pero más que costo es una inversión para lograr el mejor producto. Para tener una idea, el 5% de la facturación de la empresa va directamente a investigación y desarrollo. No sé si alguna otra empresa con nuestras características realiza una inversión semejante. Y esto tiene la gratificación que nos dan en varios países donde hay ferias referidas a la materia, nos convocan para dar charlas y explicar las bondades de nuestros productos”, dice también con orgullo Carlos Beltrán.
“Tenemos la premisa de que cuando nos llaman para venderle alguno de todos los productos que tenemos, ya sea para calamar, langostino, merluza, etc. No le vendemos por más que el interesado haya sido recomendado por algunos de nuestros ya clientes. Nuestra política no es vender y listo. Le exigimos al potencial comprador que nos permita en primer lugar, hacer las pruebas necesarias, hasta lograr la conformidad. Una vez hechas todas las pruebas, recién ahí podemos hablar de comercialización”, detalla explicando la metodología de trabajo de DPAustral.
“Acá no hay improvisación. No se trata de vender por el solo hecho de hacerlo. Cuando alguien quieren darle valor agregado a su producto o que le solucionemos un inconveniente, lo asistimos. Se realizan los análisis correspondientes en lugares sumamente confiables como lo son el Laboratorio Fares Taie o la UTN Mar del Plata, de esa manera trabajamos para que entre las empresas se logre un producto de calidad como tiene que brindar la industria pesquera argentina”.
La empresa DPAustral tiene presencia en varios países y representación comercial en nuestra ciudad.