Reconstruir una historia tan enriquecedora, con cambios, con dedicación, con un enorme compromiso por la comunidad, es sin dudas una tarea agradable y que nos permite llegar hasta las raíces. Este, es el mismo prefación que la nota sobre el día de la Prefectura Naval Argentina delegación Mar del Plata y elegimos, justamente el día de hoy, 27 de febrero, para acercarles un mítico personaje del puerto de Mar del Plata. No es casualidad, Prefectura, puerto, mar y sus hombres es la esencia de nuestra historia local.
El próximo 30 de abril cumplirá 86 años de edad. Es uno de esos personajes que tiene el puerto de Mar del Plata, no sólo el barrio, sino la propia banquina.
Carmelo Rodolico, nació a escasos metros de la tradicional y mítica calle 12 de octubre, sobre la Av. Edison, donde por aquellas épocas en las piedras de la calle se rescataba el “pulloid” (polvo abrasivo para la limpieza de superficies de cocina y enlozados), vive donde nació. Es habitual encontrarlo a diario sentado en uno de los bancos en la vereda, que otrora el Dr. Quintana con un joven Alfonso Vottola miraban desde el interior de la tradicional farmacia, precisamente en la esquina de su casa, en la esquina mítica del centro del puerto de Mar del Plata, donde se fundían dilectos del sur de Italia con el español del barrio.
“Vení, charlemos acá, este es mi lugar, siempre estoy acá, vos lo sabés bien. Yo no ando muy bien con eso de internet, pero me enteró de todo lo que publican en PESCARE, que lindo trabajo hacen, felicitaciones”, así es como nos recibe. No hay “buen día”, no por irrespetuoso, todo lo contrario, sino porque se nota en su actitud que tenía ganas de charlar con nosotros.
“Nací acá, donde estoy, en el año ’36”, así continúa su introducción Carmelo.
¿Cómo nació su vínculo con la actividad pesquera?
Mi familia, empezando “por el viejo” que era pescador. Lo siguieron mis tres hermanos. El viejo nos hizo una embarcación, y le pusimos de nombre “Los Cuatro Hermanos”. Era una de las lanchas amarillas, una de las pesqueras, eso fue en 1950. Ellos iban a pescar y cuando se hicieron mayores, el viejo decidió retirarse.
¿A qué edad se subió por primera vez a una lancha para pescar?
Me subí a los 15 años, pero no me daba permiso la Prefectura, que si mal no recuerdo era “sub Prefectura”. Me dieron una cédula y cada tres meses tenía que renovarla. Cuando cumplí 17 años recién ahí me dieron permiso, me dieron la libreta de embarque.
¿Qué se pescaba en esos años?
Íbamos a pescadilla con “la línea”. Afuera del puerto había mucho pescado, muchísimo, nada que ver con lo que pasa ahora según me cuentan. Además de pescadilla íbamos a anchoa.
Después de hacer la temporada de anchoíta, en diciembre venía el magrú –la caballa- y la seguíamos hasta Necochea. Eso se hacía hasta el mes de marzo, principios de abril donde se “cortaba”.
¿Y después de esa temporada como seguía?
Empezaba de nuevo la rueda. Pescadilla, cornalito. Mucha pesca. Fíjate que el cornalito estaba detrás de la escollera. Muchas veces lo pescábamos… “de contrabando” –ríe nuestro entrevistado, que ya está rodeado por ‘colegas de esquina’, lo pescábamos de noche adentro del puerto. Eso no se debía hacer, si nos agarraba Prefectura hubiésemos tenido un lío bárbaro. Pero cuando el mar estaba muy calmo era una tentación hacerlo. Te repito, yo sé que estuvo mal, pero calculá que hace 60, 70 años era todo muy distinto.
Carmelo recuerda esos momentos y se ríe mucho, aunque reconoce que estaba muy mal hacer esto último que nos cuenta y sabe que hoy nadie lo haría.
¿Siempre estuvo abocado a la pesca en las lanchas amarillas?
No, años más tarde compramos un “barquito” con mi hermano, “Los Tres Amigos”, cuando mi hermano y yo nos retiramos y quedaron mis sobrinos ya no fue lo mismo. Ese era un barco que iba a rastreo, a corvina por ejemplo, te traías 200, 300 cajones.
A veces íbamos a anchoa de banco, con una red de cerco, con un “chincholo” como se le dice. Es una red de 100 brazas a la redonda. Vos ves el cardumen y largás, calando al cerco. Muchas veces no agarrás, pero cuando agarrás, se agarra fuertísimo. Una vuelta agarramos un cardumen que entre dos embarcaciones, “Los Tres Amigos” y la “Italia” –que después compramos- nos trajimos 780 cajones. Eso en un lance solo y era tanta la cantidad, que lamentablemente tuvimos que tirar una parte de tanto pescado que habíamos pescado.
Así es la pesca, tenés días que podés pescar mucho y hay días que no te traes nada.
¿Por qué se corrió tanto el pescado? ¿Cuál es la causa de acuerdo a los tantos años que tiene de experiencia en esto?
Son años, son temporadas, no sé si hay una causa realmente. Hay años que viene buena, muy buena y años que viene regular o mala. Como todas las cosas, son temporadas.
En los mayores años de esplendor de la banquina chica, ¿cuántas lanchas había?
Según recuerdo había 230, 250 lanchas. Había también muchísimas fábricas y muchísimas lanchas. Una al lado de otra, había que andar con mucho cuidado adentro. Ahora quedan muy poquitas lamentablemente, pero es como todo, las cosas cambian, a veces para bien o a veces para mal.
¿Sigue yendo a la banquina?
No, no voy más, me da mucha tristeza. El movimiento que había antes era todo distinto. Yo hace 7 años que no voy, me entero de todo igual. Vos fíjate que en esta esquina se habla del puerto en general pero de la banquina precisamente. Fui, volví a ir y no hay caso, me da mucha tristeza ver que no está el movimiento de trabajo que teníamos. Había mucho movimiento de camiones, peones, fábricas. Hoy no hay nada y vamos a menos.
Te digo lo que a mí me parece: el que puede vender el permiso lo vende, el pescador grande, el mayor, se gana unos pesos y se retira.
¿Usted piensa que esas pocas lanchas que hoy tenemos van a subsistir o puede haber algo que haga que vuelva a crecer todo?
Yo pienso que van a desaparecer las lanchitas como las conocemos, las que vemos hoy, pero también pienso que van a venir otras construcciones de otro tipo de barquitos, algunos más grandes puede ser. Pero la lancha es la lancha. Sin ofender a nadie te digo que no hay mejor pescado que el que se pesca con la lancha. Eso es pesca del día, eso está fresquito.
Como te decía, antes se pescaba con la línea. El pescado venía vivo, prácticamente vivo. Ahora a veces nada que ver.
¿Pudo haber influido que no esté más lo que conocimos como el “Mercado Concentrador”?
Todo influyó. La base principal era que había muchísimas fábricas. Acá teníamos la fábrica “Cascabel” –señala Rodolico por encima de su cabeza- ahí trabajaban 200 mujeres, 10, 12 peones, lamentablemente desapareció. Estaba “La Campagnola”, que todavía está pero ya es otro cosa, estaba “La Molffeta”; en el puerto estaba “La Marplatense”, ahí no más, entre lo que te nombré deberían ser cerca de 1500 personas trabajando.
Era mucho el trabajo. Podías elegir, no te gustaba ir a cornalito, ibas a pescadilla, no te gustaba y pescabas otra cosa, se podía elegir. Ibas a corvina, a anchoa, había de todo, caracoles, cangrejos, todo servía y además se trabajaba con mucha dedicación.
En pleno invierno íbamos a rastreo a langostino. No se pescaba mucho langostino, pero siempre eran 6, 7, 8 cajones de lo que hoy llaman L3, mediano pero riquísimo, nada que ver con el de hoy. Lo cocinábamos a bordo y ahí no más “sobre el pucho” lo vendíamos. Era otra plata, otro sistema. Salíamos a las 4 de la mañana y volvíamos a las 3 de la tarde. Eso que traíamos lo vendíamos “a plaza” y eso se distribuía a los mercados y mucho iba a Buenos Aires…
…eso iba en el famoso tren carguero que atravesaba gran parte del barrio del puerto, Termas Huincó, etc. y finalizaba en lo que era la Junta Nacional de Granos, los silos del puerto….
Si, si, se lo llevaba el tren. Después también desapareció, otra cosa que hemos perdido. Se optó por los camiones.
Vuelvo sobre el tema de las lanchitas, ¿está convencido que no se puede “dar vuelta la historia”?
Yo sé que alguno se puede enojar, pero la pesca en las lanchas va a desaparecer. Esto nos lo dijeron hace 30, 35 años y no supimos escuchar, en ese momento había 120, 150 lanchas.
¿Qué recuerdo tiene más marcado de su época de pescador?
El mejor recuerdo es que había mucho pescado. Si un día no lo traías, seguro que al otro día lo ibas a tener. Cuando yo empecé a pescar se pescaba con redes de hilo de algodón. A veces agarrábamos tanto pescado que se reventaban las redes de la cantidad de pescado que levantábamos.
Con la anchoíta muchas veces teníamos dos redes. Agarrábamos tanto pescado que no se la aguantaba la red, porque las redes eran de algodón, se rompían, las reventaba la cantidad de pescado que se traía. Cuanto trabajo….! Teñíamos las redes de negro o de borravino, era otra cosa…
Afortunadamente cambió la calidad de las redes para que no pasen esas cosas…
La gran idea la tuvo la gente de Moscuzza Redes que hizo la fábrica de redes. Nos trajo la riqueza del pescador. Antes, semana por medio, tenías que teñir las redes, para que no se terminara de pudrir. Esas redes de algodón, después de dos o tres meses se empiezan a pudrir, a los siete meses tenés que cambiar un paño. Hoy se compra de nylon.
Antes la red de hilo no te duraba más de ocho meses. Ahora un paño, con la calidad que fabrican acá, capaz que te dura 15 años, sin exagerar te lo digo. Claro que está también el cuidado que le des vos. Ahora es todo nylon, eso es efectivo 100% en todo sentido, en fortaleza, en calidad, en todo.
¿De quiénes se acuerda de toda le gente que conoció en el puerto? Carmelo mira a su alrededor, divisa al popular goleador “Tatore” Vuoso, a los hermanos Garuffi, observa los bancos de la esquina de Edison y 12 de octubre, hace una pausa larga y con ojos vidriosos toma aire y sigue…
Muchos se “fueron”. Acá esto estaba todo lleno. Llegaba el domingo y no teníamos lugar para sentarnos. Acá se hablaba de quien pescaba más. El que pescaba menos era el que perdía…
…un poco se mentía también …a bueno!!! Ese es el que perdía. A veces había unas discusiones fuertes, que ‘yo pesqué más que vos’. Y a fin de mes se hablaba que ‘yo gané esto, vos ganaste lo otro’.
¿Cómo se entendían hablando tantos dialectos?
Nos entendíamos muy bien. La costumbre te hace entender. Yo mismo cuando fui a pescar, a pesar de que mis viejos eran italianos, pero hablaban en ‘argentino’. Hay muchos que en el día de hoy siguen hablando en italiano. Vos te acostumbrás a la lengua, al sistema, sobre todo en las lanchas, en la banquina. Cuando empiezan a hablar y a gesticular, ya les entendiste.
La nota podría seguir por más tiempo, pero en todo momento se ve interrumpida gratamente por la gente que pasa y saluda. Algunos se detienen y aportan algún comentario. Esto es historia viva del puerto de Mar del Plata. Y hoy, cuan distante de todo esto, que algunos atrevidos hablan de pesca porque pescaron algún marisco desde el 2014, y como bien profesa el tango, “ … yo que anduve siempre en amores….que me van a hablar de amor..!”
Por Gustavo Seira