El puerto de Mar del Plata continúa con su plan de recuperación de áreas productivas, que incluye la remoción de embarcaciones inactivas. El desguace del BP Sirius III, un pesquero merlucero de 59,77 metros de eslora, se integra a este proceso de reordenamiento que ya permitió devolver 1.266 metros lineales en espacios que no son de muelle.
El titular de la empresa La Pasteca, Mariano Pascual, explicó que el programa de desguace se organizó en cuatro etapas. Las primeras tres se desarrollaron a flote en la escollera norte y la última se completa en el astillero TPA.
“Siempre se empieza por la limpieza y desgasificación de los tanques de combustible, retirando los residuos con restos de aceites y carburantes. Una vez concluida esa fase, interviene un técnico especializado que certifica las normas de seguridad antes de utilizar herramientas eléctricas o iniciar el corte con soplete”, detalló Pascual.
El procedimiento prioriza la eliminación de los elementos que representan mayor riesgo de contaminación ambiental y de seguridad para las personas, para luego avanzar con el corte de la chapa naval.
El desguace constituye el recurso más empleado para despejar los sectores de la terminal atestados de embarcaciones condenadas al olvido, naves que jamás volverán a surcar el agua y que llevan décadas inactivas o interdictas. Sin embargo, este proceso, lejos de ser expedito, se ve eternamente demorado por la compleja red de seguridad y logística que exige, pero sobre todo por la abyecta desidia de armadores y tribunales.
Estos últimos, aferrados a un formalismo vacío, persisten en considerar a estos cascos oxidados como activos financieros, un espejismo contable que ignora la podredumbre real que se acumula en los muelles. Así se perpetúa un abismo entre la letra muerta de los expedientes y la cruda realidad que se oxida a la intemperie, especialmente en el espigón 2, secciones cuarta, quinta y sexta, donde la chatarra se amontona como un monumento a la ineficiencia y el terror.




Todo ello se ve agravado por interminables y pesados trámites burocráticos, cuya maquinaria administrativa parece diseñada para ralentizar, y no para resolver.
En paralelo, algunos buques en desuso han sido destinados al hundimiento controlado, una práctica que busca enriquecer el parque submarino Cristo Rey, generando hábitats artificiales que fomentan la biodiversidad marina y el turismo subacuático.
La chapa obtenida en el proceso de desguace se recicla directo a la fundición, mientras que parte del equipamiento de los buques suele ser recuperado. De esta manera, el puerto no sólo libera espacio que aun no cuenta en lo operativo, ya que de muelle aun no se han ganado metros operativos sino que también contribuye a una gestión más sostenible de los materiales.
La remoción de unidades en desuso forma parte de una política integral de ordenamiento del puerto de Mar del Plata, que busca optimizar la infraestructura y mejorar la competitividad de la terminal y fundamentalmente dar lugar a la actividad por excelencia que sostiene el puerto local que fue, es y será la pesca.