Con la entrada en vigor, este viernes, del renovado régimen arancelario dictado por el presidente estadounidense Donald Trump, el mapa comercial internacional experimenta un reajuste de gran alcance. En este nuevo tablero, Argentina figuran entre las naciones que sufren un impacto moderado: un recargo de apenas el 10%, en marcado contraste con el 35% impuesto a Canadá, el 50% a Brasil o la tasa estándar del 15% que rige para numerosos países, salvo indicación contraria.
Entidades argentinas, reconocieron que la cifra dista de ser “óptima”, pero en su conjunto se subrayó la trascendencia de mantener un canal de diálogo fluido entre las carteras de Relaciones Exteriores y de Economía. “En el marco del Mercosur, no podemos decir que hemos sido los más castigados, puesto que el arancel es del 10%”, puntualizó.
Por su parte, desde distintas carteras se evaluó que este nuevo marco podría incluso abrir oportunidades estratégicas para el país, sugiriendo que la coyuntura no solo implica desafíos, sino también posibles ventajas competitivas.
En Buenos Aires, la reacción fue ambivalente. Para el presidente Javier Milei, inmerso aún en su anhelo de concretar un Tratado de Libre Comercio con Washington, el porcentaje resultó parcialmente frustrante. Pese a las gestiones para excluir ciertos bienes —en especial el acero y el aluminio— de la medida, Trump se negó a conceder excepciones, por supuesto, los productos de origen marino generados por el complejo pesquero argentino, desde hace mucho tiempo, están fuera de la agenda de necesidades desde la optica de la administración central.
El resto del paquete arancelario evidencia una aplicación desigual: 41% para Siria, 39% para Suiza, 30% para Sudáfrica, y un 15% para naciones como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Corea del Sur e Israel, entre otras.
En un comunicado oficial, la Casa Blanca precisó que varios socios comerciales “han suscrito o están próximos a suscribir compromisos sustanciales en materia comercial y de seguridad con Estados Unidos, manifestando su voluntad inequívoca de desmantelar las barreras que dieron lugar a la emergencia nacional declarada bajo la Orden Ejecutiva 14257, y de alinearse con Washington en cuestiones económicas y de seguridad nacional”.
En contraste, el mandatario norteamericano lamentó que “otros socios, aunque participaron en las negociaciones, han presentado ofertas que, a mi juicio, no corrigen de forma suficiente los desequilibrios en nuestra relación comercial ni demuestran una convergencia clara con Estados Unidos en materia económica y de seguridad”.