La temporada de langostino en aguas provinciales de Chubut asoma bajo un cielo de dudas. A días del inicio previsto, las negociaciones entre el Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) y la Cámara de la Flota Amarilla de Chubut (CAFACh) se encuentran estancadas en un cruce de intereses que combina tensión política, expectativas económicas y un trasfondo gremial que amenaza con paralizar el puerto de Rawson.
En una pulseada que ya trasciende lo salarial, el SOMU exige elevar el valor por kilogramo de langostino capturado a 1.300 pesos al inicio de la zafra y 1.400 pesos desde enero, mientras que la CAFACh sostiene su última propuesta en 1.250 y 1.300 pesos, respectivamente. La diferencia, aparentemente mínima, encierra mucho más que una cifra: es el eje de una disputa de poder que enfrenta a los representantes de la marinería con un sector empresario que advierte que no puede absorber nuevos costos en un contexto de inflación, caída de precios internacionales y dólar incierto.
Un tablero gremial dividido y presiones desde Buenos Aires
A la tensión económica se suma un complejo escenario interno dentro del SOMU. La conducción nacional, encabezada por Raúl Durdos, junto al secretario de Pesca, Juan Navarro, reclama tener la última palabra sobre cualquier acuerdo que se firme en Rawson.
Fuentes del sector aseguran que la directiva nacional no quiere repetir lo ocurrido en 2024, cuando delegados locales firmaron un acuerdo sin su aval y la temporada comenzó con normalidad, dejando en evidencia la pérdida de control político sobre la delegación chubutense.
Hoy, la orden es explícita: “ningún barco saldrá a pescar sin autorización nacional”. En los hechos, esto significa que la zafra no podrá iniciarse el 1° de noviembre si no hay una reunión directa entre los armadores y la cúpula gremial.
El fantasma de una parálisis total
La incertidumbre recorre cada eslabón de la cadena pesquera. Sin acuerdo, no habrá prospección, y sin prospección, no habrá temporada. La estiba, la logística portuaria y las plantas de procesamiento permanecen en una espera silenciosa, mientras miles de trabajadores aguardan la convocatoria que cada año marca el comienzo del movimiento económico más importante de la región.
En el sector empresario, el tono es de cautela. Los armadores advierten que el último ofrecimiento es definitivo, el mismo que ya aceptaron Capitanes de Pesca, Conductores Navales y el Centro de Patrones, y recuerdan que en la temporada pasada el respeto por ese acuerdo permitió trabajar sin interrupciones y alcanzar más de 110 mil toneladas de capturas.
Del otro lado, el SOMU local muestra fracturas internas: una parte de los marineros se inclina por aceptar la propuesta para no perder días de embarque, mientras otro grupo —mayoritario en la última asamblea— insiste en mantener la exigencia del aumento pleno y advierte que no subirá a bordo sin ese compromiso firmado.
Economía, política y tiempo en contra
El contexto nacional agrega una dosis de volatilidad. La dirigencia del SOMU evalúa los pasos a seguir según la evolución del panorama político y cambiario tras las elecciones. Si se confirma una devaluación, el gremio no cedería en su reclamo, argumentando que los exportadores podrían beneficiarse con un tipo de cambio mejorado.
Sin embargo, desde las empresas recuerdan que el sector ya opera con márgenes estrechos y que un nuevo aumento podría desequilibrar la ecuación de costos, comprometiendo la viabilidad de la campaña.
Mientras tanto, la cuenta regresiva continúa. Cada jornada sin resolución posterga la zafra y multiplica la incertidumbre entre quienes dependen de ella para trabajar. En Rawson, todos saben que el reloj corre, y que —una vez más— el mar, la política y la economía se entrelazan en una disputa cuyo desenlace definirá el pulso del puerto para el resto del año, aunque, hay esperanzas de una nueva negociación que enmiende estas diferencias y que el mayor complejo productivo de langostino, natural y salvaje se ponga en marcha generando bienestar y desarrollo para todos sus participantes.