En un escenario que refleja una creciente preocupación por los intereses de la flota pesquera española, la reciente propuesta de la Comisión Europea de establecer un Total Admisible de Capturas (TAC) de anchoa en aguas atlánticas, en particular en la zona situada al sur de Fisterra y en el Golfo de Cádiz, ha sido recibida con un fuerte rechazo por parte de actores políticos y gubernamentales de diversas inclinaciones. Esta medida, que además posee carácter retroactivo, implicaría una reducción del 54 % en las capturas, afectando directamente a 75 embarcaciones de cerco, lo cual ha desatado críticas unánimes desde distintas esferas institucionales.
El ministro de Agricultura y Pesca, Luis Planas, ha sido categórico al expresar su disconformidad en el Consejo de Ministros, subrayando que la división de zonas de captura establecida en la propuesta resulta perjudicial para la flota española. Planas ha reiterado la necesidad de que se contemple no solo la situación biológica de los recursos pesqueros, sino también los efectos económicos y sociales que estas decisiones conllevan. El impacto sobre el sustento de numerosas familias y la viabilidad de la industria pesquera han sido cuestiones prioritarias en sus declaraciones. Asimismo, el ministro ha criticado la imposibilidad de realizar intercambios de cuota entre Estados miembros, lo que añade más presión sobre la flota española, en particular en el Golfo de Cádiz.
El eco de estas preocupaciones también se ha hecho sentir en la Comisión de Pesca del Parlamento Europeo. Tanto representantes del Partido Popular (PP), del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) como del Bloque Nacionalista Gallego (BNG), han exigido a la Comisión Europea una revisión inmediata de la propuesta. Carmen Crespo, presidenta de la Comisión de Pesca y eurodiputada del PP, ha expresado su profunda preocupación por el impacto socioeconómico que esta medida tendría sobre los pescadores de Cádiz, indicando que el recorte drástico es «inasumible» para un sector ya de por sí vulnerable. Asimismo, ha cuestionado la validez de los informes del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES), sugiriendo que no han tenido en cuenta factores críticos como la alta concentración de juveniles en áreas costeras.
Por su parte, el eurodiputado socialista Nicolás González Casares ha advertido que la medida conduciría al cierre efectivo de la pesquería en Andalucía, destacando que ya se ha consumido la mayor parte de la cuota asignada provisionalmente. González Casares ha hecho un llamado a la Comisión para que considere de manera más integral los efectos sociales y económicos antes de adoptar decisiones tan drásticas.
Desde una perspectiva local, Ana Maria Miranda Paz, la acérrima defensora de los intereses gallegos y actual eurodiputada del BNG, ha reclamado una revisión exhaustiva de la distribución de cuotas, calificando de injusto el actual reparto entre Estados miembros. Miranda ha insistido en la necesidad de un análisis riguroso que contemple tanto los aspectos biológicos como sociales, remarcando que la flota española ya ha sufrido recortes significativos en años recientes.
En definitiva, la confluencia de voces críticas desde diferentes frentes políticos, unidos en su defensa de los intereses de la flota pesquera española, plantea un desafío directo a la Comisión Europea. La exigencia compartida es clara: una reconsideración inmediata y profunda de una medida que amenaza con socavar la viabilidad económica de un sector vital para muchas comunidades costeras. Es de destacar, como desde el sector político representativo de los intereses sectoriales, la pesca es tenida en consideración dentro del modelo productivo y social que alienta el desarrollo de los pueblos, algo que por estas latitudes no se parece ni por asombro.