Uno de los “viejos” de la banquina chica de Mar del Plata está sentado mirando las lanchas como añorando viejos tiempos. Luego del saludo de PESCARE y el cual es devuelto amable y afectuosamente empieza prácticamente un monólogo cargado de bronca y desazón.
Nuestra mirada nos inspira a un simple comentario… “hoy no salieron”, apenas podemos decir.
“Algunos salieron, no todos. Están a pescadilla. Hay poco pescado. Prácticamente no hay. A las lanchitas no nos llega el recurso. Te ponés a mirar y agarran pescado en todos lados. Acá no entra un pescado ni por casualidad”, nos dice el viejo conocedor pidiéndonos no revelar su nombre más allá que todos lo conocen y varios de sus colegas lo observan mientras reparan una red sobre la lancha.
“Esto es como te dijo uno el otro día a vos, que yo lo escuché. Acá parece que hablás y después te hacen la vida más imposible. Yo te cuento cosas, vos ponelas porque son verdad”.
Tratamos de arrimar nafta al fuego, pero es inevitable comentar que algunos de los barcos ingresaron entre el martes y miércoles con magrú… “seguro que a más de 300 mangos, 350, 370, por ahí deben andar. Cuando nos toca ir a nosotros no nos van a pagar más de 200 seguro. Pero yo los entiendo que traigan magrú. Les fue mal en la temporada de langostino y van a magrú, igual te digo que merluza hay un montón, no sé porque no van a merluza”.
“Si no dejan un lugar, un cupo para las lanchas, por más reuniones que se hagan, que se quiera cuidar la postal y todo eso que se dice, esto no va más. Estamos todo el año sin agarrar un pescado, traes magrú, te quieren poner ese precio y lo terminás regalando a $200. Otra no te queda. Fíjate lo que pasa con el cornalito por ejemplo: está todo congelado en Coomarpes”.
La tradicional cooperativa también cambió, como cambió el mercado. Hoy las formas de trabajo y de comercialización son distintas a otros años. El mundo cambió, pero el recurso está y se pretende vender fuera de la Argentina, aunque no siempre pasa, por lo menos para los que proveen de materia prima desde las lanchas amarillas.
“Es que tampoco se calientan mucho por exportar. Ellos congelan, congelan, congelan. Te cobran el frío y la mano de obra. Y está bien que sea así, pero necesitamos una mano desde todos lados. Acá hay gente que vendió sus permisos de pesca hace más de diez años y de a poco nos fueron comiendo desde el mismo puerto. Que nos dejen al menos alquilar el permiso, dejemos las lanchas para la postal, para los turistas, que es algo hermoso y si podemos alquilar mejor para todos. Hoy tenemos entre 300 y 400 mil pesos de gastos fijos mensuales. Ni te quiero mencionar si te llega a caer algún juicio de un marinero, siempre algún estudio de abogados tenés que ir a visitar porque algún lío tenés”.
El cuasi diálogo es siempre instructivo. Es mejor escuchar y de tanto en tanto repreguntar cuando se trata de un interlocutor más que válido por sus respetados años y conocimiento de un sector que a diario parece ser socaba como una gota lo hace con una piedra.
Somos cautos en enumerar temas, porque todos tienen respuestas –la mayoría irrefutables- que hacen ver a la gente que heredó de los fundadores de la banquina, algo que hoy es una pesada carga, pero que no están dispuestos a abandonar de ninguna manera.
“A mí no me sacás de acá ni loco. Jamás se me ocurrió tirar la toalla. Esta es la otra familia. Acá hay muchachos que sus abuelos fueron los que iniciaron la pesca en Mar del Plata, pero como te digo que tenemos tradición, también te digo que nos den una mano”.
Desde hace años las soluciones no llegan, son solo parches para una realidad que si bien parece ir en un inexorable camino, ni propios ni extraños quieren ver por pensar de buena manera, sin caer en aquello maquiavélico de “Piensa mal y acertarás”.
“Hay que ingeniárselas. Hay países que la gente no tiene grandes recursos. Hay hambre, mucho hambre. Este pescado puede servir. Es mucho más económico que cualquier otra carne por las proteínas que tiene y es más barato. Pero alguien se tiene que calentar por vender el producto que nosotros traemos. Nosotros no lo podemos vender, después de estar 10, 12, 14 horas en el aguan no tenés ni tiempo ni sabés como hacerlo. Pero acá hay mucha gente capacitada para hacerlo”, nos relata nuestro viejo conocido mientras se acomoda su desgastado gorro de lana.
“En PESCARE yo leo que se hizo la reunión de las lanchas amarillas, que van a hacer esto, lo otro. Yo agradezco que alguien de la municipalidad se ocupe porque si no fuese por esa comisión que empezó hace unos meses, ya hubiésemos desaparecido, pero ya a esta altura necesitamos una solución concreta”.
El próximo viernes habrá una nueva reunión de la comisión que busca salvaguardar a las 12 lanchas amarillas del puerto marplatense, donde seguramente recibirán alguna propuesta concreta de parte del propio Concejo Deliberante y desde el Ejecutivo, donde desde Desarrollo Productivo siguen también de cerca la situación.
“Acá hay varias cosas para mejorar la situación de las lanchas: primero que no nos exijan tantas medidas de seguridad como a un barco. Porque se navega distinto, nunca una lancha va sola. Eso tienen que saberlo. Otra cosa es que nos den algún tipo de subsidio para el combustible. Vos tenés que meter gasoil en la lancha y es un paquete grande plata ¿vas a ir a buscar un recurso que sabés que prácticamente no está? ¿Qué se lo llevan los barcos?”
La larga charla llama la atención de un colega televisivo que reporta para un canal de Buenos Aires y está apostado en la banquina con el otro tema que ocupa y preocupa a las autoridades y quienes a diario trabajan en el puerto: los lobos marinos afectados por una gripe aviar.
“Mirá en el lío que me metés, ahora los de la televisión van a querer que les dé una nota. Les voy a decir que no por privacidad y por lo que te dije antes. Además yo soy exclusivo de PESCARE”, bromea el hombre que también está amargado por las flojas actuaciones de su equipo de fútbol.
“El fin de semana le decía a mi señora: ojalá que en la próxima reunión en el Concejo Deliberante nos digan que nos dejan vender pescado en esos gacebos que ponen en las plazas, en esas ferias que tiene muy buen precio. Yo te llevo un cornalito a 500 mangos el kilo y en dos horas no queda nada, no es el precio ideal, pero a nosotros nos sirve. Tenemos mucho cornalito congelado y en algunos lugares te matan con el precio. Dos lucas lo vi el otro día. Un disparate. Tres cosas más te digo, pero ya que quisiste escucharme acá estoy: que no nos exijan tantos elementos de seguridad, yo sé que no es de acá la cosa, que son normas, pero eso se tiene que modificar. La segunda es un buen subsidio para el combustible así podemos salir más tranquilos y si no hay pescado no perdemos tanto y la tercera es que nos dejen vender la verdadera pesca del día en ferias al aire libre con todas las medidas de salubridad. No es la salvación para nosotros. Pero nos ayudaría un montón”.