Sin resultados definidos la Argentina aún no tiene Presidente electo en vistas a los próximos cuatro años. El 19 de noviembre los argentinos debemos volver a votar para definir dos posturas. En el medio sigue estando el entramado productivo, industrial y procesador. La gente, los trabajadores, las empresas, y el total de actores de la vida económico productiva del país.
Algunos han respirado aliviados, pensando en su “zona de confort” en puestos administrativos y ejecutivos estatales para los cuales saben que no están preparados, continuando con el juego que mencionamos en decenas de ocasiones del “siga siga” o hacer la plancha para perdurar sin importar lo que dejan y hacen.
No deja de ser preocupante que no se tome en serio a un complejo pesquero o clúster que es más valorado a nivel exterior que fronteras adentro. Los números son inobjetables donde la exportación es protagonista pero sin tener la representatividad a la hora de las decisiones políticas nacionales.
La campaña electoral –desde el municipio, pasando por las provincias con litoral marítimo y en el resto de país- desnudaron una vez más una realidad que resiste análisis: la pesca le importa solo a las cientos de empresas involucradas y a los miles de trabajadores que ofrecen su sacrificio en condiciones climáticas en la mayoría de las veces, totalmente adversas.
Lejos está hoy el país de un gran acuerdo nacional, donde se convoquen a los más capacitados cada uno en su área, eso que se llama meritocracia y que tantas críticas generó no hace tanto tiempo, sobre todo de parte de aquellos que lo único que buscan es mantenerse en el tapete, cuando en realidad se trata de un conchabo político, modalidad que ya es parte de la idiosincrasia argentina.
La definición de meritocracia es clara: está asociada al estado burocrático que basa sus sistemas de acceso mediante el mérito, la capacidad y la mencionada IDONEIDAD que es parte del Art.16 de la CN, siendo la forma por la cual los funcionarios estatales son seleccionados para sus puestos de acuerdo con su capacidad (a través de concursos, pruebas y oposiciones). El verdadero funcionario se prepara para serlo, durante años.
Por supuesto que no toda la culpa es del Estado (o del Gobierno de turno, no importa su color), sino que para que existan abusos, prebendas, asociaciones rayanas con lo ilícito, tiene que haber uno o varios particulares (léase representante gremial, empresario o trabajador “raso”).
La disyuntiva es si hay salida de esta situación que está netamente ligada al aspecto económico, donde el libre cambio de acuerdo a la actividad no genera más que especulaciones, marcando además un gran acto de injusticia, como lo vive claramente el sector pesquero y el sector naval.
Lamentablemente hay que seguir repitiendo que el atraso cambiario, la cotización de la moneda extranjera “estrella” como el dólar, la falta de insumos por imposibilidades de importar libremente, sueldos que se deben actualizar prácticamente de manera bimestral y empresas que tienen que seguir trabajando “a pérdida” en muchos casos, para no tener que bajar sus persianas y dejar a cientos de trabajadores, serán temas que hoy lunes no se van a solucionar. Ni siquiera el próximo 20 de noviembre donde sabremos a ciencia cierta quien conducirá los destinos del país.
Mar de Plata le renovó su confianza a un intendente que puso atención al puerto yendo a un café 3 veces, pero recién en el último tramo de su primer mandato, dilapidando prácticamente tres años de gestión por no cruzar la Av. de los Trabajadores hacia el mar y mucho menos Juan B. Justo hacia el sur, donde las calles en el puerto son intransitables y la mugre típica de un villa a cielo abierto. Es evidente que los electores poco miran del estado que se encuentra la propia aldea.
Lo de la provincia de Buenos Aires es tal vez más preocupante. Única provincia sin una Secretaria de Pesca, siendo la misma la que generó el derrame hacia otras localidades. La ciudadanía le renovó su confianza al actual gobernador, que tiene una gran deuda y que debe empezar a “pagarla” de manera inmediata: se llama puertos bonaerenses de mínima, donde deberá buscar de manera urgente nuevos funcionarios que no se limiten a participar de sesiones en el Consejo Federal Pesquero y que no registran ni siquiera un paso fugaz de modo cotidiano por el puerto más importante de nuestro país. Ni hablar de lo que le sucede al resto. No hay inversiones de fuste en el puerto local desde hace más de 50 años.
Casi un mes tienen por delante para realizar una propuesta seria (municipio, provincia y nación) y mostrar seria y responsablemente que el Mar Argentino importa y que no se trata solamente de hacer anuncios de mejoras que nunca llegan.
Sin ir más lejos, podemos contabilizar mayor cantidad de anuncios en cuatro años de gestión que de obras iniciadas, ni hablar de finalizadas. Pero se abre un camino de esperanza en vista a un nuevo Presidente de la Nación, falta menos; pero aún hay que esperar y fundamentalmente cambiar.
En cuanto a política pesquera, podríamos estar frente al peor escenario para Mar del Plata y la provincia de Buenos Aires. Empujados de la provincia de Chubut, el massismo puede recalar aún mas en el CFP, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, la Subsecretaría de Pesca y sus direcciones; algo que sería el golpe de gracia a la alicaída gestión de pesca por parte de nulos representantes marplatenses que dejaron todo en mano de representantes lejanos.
El desafío es muy grande, y el cambio tiene que ver con la fuerte presencia que deberá imponer el sector pesquero para llevar esta actividad a una política de Estado. Las cámaras y gremios debiesen poner de relieve ante funcionarios municipales, provinciales y nacionales, que la pesca también EXISTE.
El pulso lo sigue marcando la misma gente: el ciudadano de a pie (el trabajador), los gremios y el que arriesga su capital (el empresario). Lo demás, a esta altura, parece cartón pintado.