Debiese ser hoy, un día muy importante para nuestro país y de profunda reflexión para la sociedad, es el Dia Mundial de la Alimentación, y vaya paradoja, son pocos los participantes del sector pesquero que piensan en la cadena posterior a esa industria primaria y extractiva denominada pesca.
Nuestro país, por origen y tradición creció a la par del campo, la agroindustria y la ganadería; poco tiempo atrás para la vida del mismo, nos dimos cuenta que los límites de nuestro país no terminan en la playa, en la orilla del mar, sino que goza de casi el doble de la superficie continental, en el mar.
El mismo que nutre a una diversidad de flora y fauna marina riquísima en nutrientes que dan origen a la cadena alimenticia, generando proteína marina natural y salvaje, sin antibióticos y con certezas de bioseguridad certificada.
Hablar de pesca sin pensar que cada barco es solo una herramienta primaria de captura, de esa proteína natural sin vincular a la cadena alimenticia es un error grave.
Por eso se entiende cuando se habla de calidad de productos PREMIUM como el langostino, centolla, vieiras y especies que son fundamentales en la dieta para un mundo cada día más habitado y complejo.
Pensar que Argentina es un país para alimentar a 400 millones de habitantes es un acierto continental, pero se olvidaron del mar, los recursos bien manejados con fundamentos de sustentabilidad como lo intenta permanentemente el INIDEP y algunos funcionarios de pesca, bien se puede incrementar esos 400 millones a un techo casi impredecible.
El marco es la sustentabilidad de los recursos, y el desafío es poder llegar con ese alimento ya procesado, generando mano de obra y desarrollo para un país que goza de índices alarmantes de desempleo, desnutrición y precariedad alimenticia.
Pensar que el modelo mundial hoy tiene 3000 millones de habitantes con carencias nutricionales según FAO, es un compromiso para quienes están en la cadena alimenticia, más que pesquera.
Hoy pensar en el Grupo Valastro que sus envases de langostino L1 congelado a bordo es sometido a controles estrictos de calidad donde difícilmente se vea un solo langostino sin un ojo, es el compromiso que no es una industria pesquera, sino alimenticia y responsable.
Lo mismo ocurre con Solimeno, un sacrilegio tildar de industria pesquera a un clúster que comienza desde el diseño de sus barcos hasta la colocación de productos finamente terminados con calidades sobresalientes para los mercados más exigentes del mundo.
Moscuzza, sus productos se exportan a 60 países del mundo, no exporta pesca, exporta alimento para el mundo con el fiel compromiso de buscar excelencia, calidad y confianza en una marca que lleva casi 100 años de trayectoria, por nombrar a algunos.
La pesca es mucho más que pescar, es la transformación que comienza cuando un pez se transforma en pescado, y este, es parte de la alimentación del ser humano.
Sin dudas, habrá desafíos empresarios, tecnológicos e industriales, pero el desafío mayor es la comprensión de cada participante del eslabón que lo que produce es alimento para un semejante.
Un sistema alimentario es un término complejo, pero nuestras vidas dependen de ello.
FAO, en el Dia Mundial de la Alimentación hace reflexionar al lector diciendo que “cada vez que comes, participas en el sistema. Los alimentos que elegimos y la forma de producirlos, prepararlos, cocinarlos y almacenarlos nos convierten en parte integral y activa del funcionamiento de un sistema alimentario”.
Un sistema alimentario sostenible es aquel en el que se dispone de una variedad de alimentos que dobleguen la desnutrición y cuiden el ecosistema. Por eso es tan importante pescar bien, porque cada participante tiene el derecho a cuidar el alimento de 46 millones de argentinos, pero además la necesidad de proteger una diversidad marina que necesariamente debe perdurar en el tiempo.
Varias materias pendientes en el sector, una de ellas es saber que nuestro país tiene ilimitada capacidad para generar nutrientes y proteínas, y hoy el 57% de los niños son pobres y carecen de nutrición sustentable.
Las escuelas son comedores para niños carenciados y las maestras, su segunda madre, no solamente enseñan sino que educan y forman a niños que solo tienen esa taza de leche y pan con manteca, en el mejor de los casos.
El mundo necesita alimentos, la humanidad necesita alimentos, Argentina debe ponerse de pie y aunar fuerzas para posibilitar bajar índices calamitosos que nos igualan con países que nada tienen, es evidente, en el Dia Mundial de la Alimentación, algo estamos haciendo mal.
Por Gustavo Seira